LA CUARESMA, CAMINO TRANSITADO POR LA FE

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Miguel Marte

Hermanos: La Escritura dice: “La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón.” Se refiere a la palabra de la fe que os anunciamos. Porque, si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación. Dice la Escritura: “Nadie que cree en él quedará defraudado.” Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues “todo el que invoca el nombre del Señor se salvará.” (Romanos 10, 8-13)

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Apenas comenzamos la Cuaresma y este trozo de la Carta del apóstol san Pablo a los romanos nos coloca ante una pregunta que podría ser el hilo de oro que nos conduzca por los entresijos de este tiempo litúrgico: ¿cuál es la posición que el ser humano -tú y yo- debe adoptar ante Dios? El mismo apóstol nos orienta en la respuesta: debe ser una postura de fe, de confianza en su palabra, que desemboque en la entrega. Por esa “fe del corazón llegamos a la justificación”. Según Pablo, seremos salvados por esa fe, no por la pertenencia a un grupo étnico determinado o nacionalidad alguna, puesto que “no hay distinción entre judíos y griegos”.

En teología se ha venido a distinguir entre la fe entendida como confianza, esto es, la fe con la que nos adherimos a Dios, y la fe como como Credo, el contenido de la fe. En nuestro texto, Pablo señala dos elementos esenciales del contenido de nuestra fe cristiana: “Jesús es el Señor” (“si tus labios profesan que Jesús es el Señor”) y “Dios lo resucitó de entre los muertos” (“y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos”). Ahora, fe explícita en Cristo, el Señor, y la necesidad de la predicación son inseparables. Con el título “Señor”, Pablo está reconociendo la divinidad de Jesús, puesto que así es llamado el mismo Dios en el Antiguo Testamento; mientras que con la alusión a la resurrección pone a pensar en el misterio pascual. Al decir que es una fe que se debe profesar con “la boca” y con el “corazón” está indicando que ha de ser una adhesión total de la conciencia y de la existencia. Boca y corazón, vida interior y expresión externa. Como bien a escrito uno de los más grandes especialistas en teología paulina: “A la íntima adhesión del corazón, es decir, de toda el alma, de la inteligencia y de la voluntad, debe corresponder armónicamente la profesión externa y vida de esta fe” (S. Lyonnet)

La fe es despertada por el don, por la gracia, por Dios mismo dándosenos. Y Dios se nos da en Jesucristo. En este sentido, podemos entender la fe como la relación de una persona con aquello que lo trasciende, siendo el Ser trascendente quien toma la iniciativa para que se dé dicha relación. La cuaresma es un camino transitado desde la fe, que nos lleva precisamente a la celebración de ese misterio, el encuentro con Jesucristo, muerto y resucitado. La fe es un acto de libre aceptación del don de Dios, que es su Hijo. Dios, desde lo alto, tiende al hombre la mano de su gracia y éste se aferra a ella por su fe. Al principio estará siempre la gracia, la revelación del amor de Dios que hace temblar el corazón y mover los labios tanto para rezar como para dar testimonio de él. Dios precede y excede. ¿Qué es el misterio de Cristo sino un exceso de Dios? En ninguna cabeza cabe que Dios se encarne como lo hizo en Jesús y termine sus días como los terminó Él.

Una cosa más. La primera manifestación de Dios es su palabra. Dice nuestro texto: “la palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón”. En los labios para proclamarla, en el corazón para vivirla. La Biblia comienza, precisamente, con la voz de Dios rompiendo el silencio de la nada: “En el principio… Dios dijo…”. Y ahí comenzó todo. Y el evangelista Juan comienza su evangelio diciéndonos que “en el principio ya existía la Palabra… Y la Palabra se hizo carne”, se hizo hombre. Jesús es esa Palabra. En Jesús, Dios nos ha dicho todo lo que tenía para decirnos. Nosotros lo recibimos con los oídos de la fe. Para la Biblia la escucha es fundamental porque la Palabra es para ser escuchada. En el tiempo de Cuaresma se nos pide intensificar nuestra oración, qué bueno sería hacerlo con la meditación de la Palabra de Dios. Acogerla y vivirla puede ser el mejor de los itinerarios posibles.