PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA. 

0
4

Los primeros cristianos, ¿por qué creyeron?

Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.  mmaza@belenjesuit.org

   Los primeros discípulos de Jesús eran gente corriente como nosotros. Eran personas ambiciosas que pretendían los primeros puestos (Marcos 10,37). No andaban buscando lucirse  con posturas heroicas. Cuando Pedro se entera de que a Jesús le puede ir mal, se lo lleva a parte, lo regaña e intenta disuadir (Mateo 16, 22 – 24). La noche que Jesús cayó preso, todos huyeron para salvar el pellejo (Mateo 26, 56). 

   Pero ese mismo grupo de cobardes no se disolvió como tantos otros (Hechos 5, 34 – 39). Llegaron a tener una amistad profunda en la que compartían todo (Hechos 2, 44 – 45). Con valentía enfrentaron a las autoridades judías (Hechos 5, 29 – 42) y con audacia proclamaron ante todo el pueblo, “Dios ha constituido Señor y Mesías a este Jesús que usted crucificaron” (Hechos 2, 36). 

    Ese primer grupo de discípulos y sus sucesores estuvieron dispuestos a jugarse la vida anunciando que, la única oportunidad de la humanidad de despertar a una vida diferente era creyendo en Jesús de Nazaret (Hechos 4, 12). 

     ¿Qué pasó para que estos hombres temerosos y llenos de limitaciones asumieran una postura tan audaz?  Los cristianos estamos convencidos de que ellos vivieron una experiencia que reorientó radicalmente sus vidas.

    Valiéndonos de sus testimonios podemos resumir esa experiencia así: el mismo Jesús de Nazaret que había sido traicionado, condenado y crucificado le había salido al encuentro vivo desde el otro lado de la muerte, es decir, “la piedra que habían desechado los constructores ahora era la piedra clave” (Hechos 4, 11 -14). 

     Lo que escribo, rompe tantos esquemas que probablemente me respondan como le respondieron a Pablo de Tarso cuando habló de estas cosas en el Areópago de Atenas: “Ya te oiremos hablar de esto en otra ocasión” (Hechos 17, 32). 

    Ahora no me interesa que usted esté de acuerdo conmigo, sino que comprenda que esto fue lo que creyeron los primeros discípulos. Así lo entendió y resumió un funcionario romano, que escuchó al preso Pablo de Tarso defenderse ante sus acusadores. El funcionario romano esperaba que lo acusasen de algunos crímenes, pero las acusaciones no fueron lo que él suponía, sino “que simplemente tenían contra él [Pablo] ciertas cuestiones sobre su propia religión, y sobre un tal Jesús, ya muerto, de quien Pablo afirmaba que estaba vivo” (Hechos 25). Por eso creemos.