Amanecí en la playa La Ensenada, frente al poblado de Punta Rucia.
Me gusta ver como van cambiando las sombras de las cosas sobre el agua dentro de un marco de uvas playeras, arena, contorno de bajas montañas y la luz subiendo inexorablemente.
Los contraluces son parte de mis preferencias fotográficas.
La suavidad que llega el oleaje a la arena y la calma que se experimenta a estas horas hacen del momento un encuentro interior de paz y calma.
Si se tiene paciencia, a poco más de una hora comienzan a preparar botes y aperos el personal de las empresas que transportan visitantes a Cayo Arena.
Recientemente, un artefacto de comunicaciones se explosionó en esa ruta del atlántico, unos diez minutos después de ser lanzado de territorio continental.
Este no es un hecho aislado, el paso del atlántico sobre el mar próximo a la cadena de islas del borde norte del archipiélago antillano han estado expuestas por muchas décadas a riesgos de este tipo, por lo que, al aumentar el tráfico aumenta la probabilidad de un evento como el reciente.
Fallas geológicas, contaminación por el tráfico marítimo, fosas de alto impacto en la navegación y ahora la posibilidad de lluvias de escombros. Todo esto se oculta detrás de la belleza de este inmenso paisaje de mar, sol y afanes de La Ensenada.
