Hermanos: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. El cuerpo tiene muchos miembros, no uno sólo. Si el pie dijera: “No soy mano, luego no formo parte del cuerpo”, ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el oído dijera: “No soy ojo, luego no formo parte del cuerpo”, ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo oiría? Si el cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería? Pues bien, Dios distribuyó el cuerpo y cada uno de los miembros como él quiso. (1Corintios 12, 12-20)
Un trozo del capítulo 12 de la Primera carta a los corintios. Pablo se auxilia de la imagen del cuerpo humano para reflexionar sobre el cuerpo eclesial. Así como los miembros del cuerpo humano son distintos y ejercen diversas funciones, lo mismo sucede con el cuerpo eclesial y sus miembros. Estamos frente a la idea de un organismo vivo. La comunidad eclesial no es una organización, sino un organismo. En una organización lo importante son los resultados sin importar tanto sus miembros; en un organismo cada parte del cuerpo se ve afectada por lo que le sucede a uno de ellos.
Pensemos por ejemplo en el dedo que es mallugado de un martillazo mientras se intenta clavar algo. No solo el dedo lo siente y sufre; todo el organismo participa del dolor. Lo mismo ocurre ante un dolor de cabeza: todo el cuerpo se resiente. Cabeza y dedo son distintos, cada uno tiene su función; pero ambos se ven afectados cuando el uno o la otra sufren.
La diversidad no es sinónimo de dispersión, sino de posibilidad de encuentro. Tampoco indica que un miembro sea más importante que otro, sino que puede contribuir de otra forma distinta al enriquecimiento del conjunto. Y si se quisiera insistir en el valor de un carisma u otro Pablo advierte que habría que buscarlo en su capacidad de construir comunidad y salvar a otros. El miembro más importante de la comunidad será el que tenga más capacidad salvadora porque se parece más a Dios. La grandeza de la persona –quien es el verdadero carisma para la comunidad- se mide por su capacidad de salvar; no por su habilidad para destacar por encima de los demás.
El problema en la comunidad de Corinto es que había algunos que tenían ciertas experiencias espirituales que los hacían entrar en éxtasis, hablar en lenguas o tener visiones. Eran considerados, gracias a estas manifestaciones, más espirituales que los demás. Estos a su vez se creían privilegiados ante los otros; incluso pensaban que era el único don digno de formar parte de la comunidad. Pablo intenta acabar con esta mentalidad tan mundana que le hace el juego a la manera como políticamente se concebía la sociedad de entonces. Para el apóstol, el cuerpo de Cristo, la comunidad eclesial, “era un sistema articulado de manera diferente, que vinculaba en pie de igualdad a judíos y griegos, esclavos y libres. Un sistema que permitía encontrar sentido, vida y vocación, unirse a otros en una unidad activa autorizada por Dios, en la que sus miembros se respetaban y cuidaban mutuamente.” (J. Dunn)
La comunidad eclesial, por consiguiente, no es un cuerpo cualquiera, es el Cuerpo de Cristo. La conciencia de ser Cuerpo de Cristo la ha recogido la propia Iglesia en las distintas plegarias eucarísticas. Allí se invoca al Espíritu Santo tanto para que “convierta” el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, lo mismo que a la comunidad eclesial. Por ejemplo, en la segunda plegaria rezamos: “Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y la Sangre de Cristo”, mientras que en la tercera decimos: “para que fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo Espíritu”. En ambos casos aparece claramente que quien hace posible la unidad; esto es, quien hace que la comunidad llegue a ser Cuerpo de Cristo es el Espíritu Santo. Los miembros de la comunidad cristiana forman un solo cuerpo porque todos están habitados por un solo y único Espíritu.