EL PERFUME DE LA MUJER EN LA IGLESIA

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Decía un portal digital en estos días, que el Papa Francisco nos había dado como regalo de reyes, la designación de una primera mujer al frente de un Dicasterio del Vaticano. El lenguaje nuestro sería como al frente de un ministerio de gobierno de la Iglesia, y así ha sido, se ha nombrado a la Hna. Simona Brambilla, de la congregación de las Misioneras de la Consolata, como Prefecto del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Esto es un hito en la vida de la Iglesia, pues estos puestos siempre habían sido desempeñados por hombres, pues desde que Francisco fue elegido Papa, ha dado clara intención de una participación mayor de las mujeres en las instancias de decisión de la Iglesia y la búsqueda de una mayor participación de ellas a todos los niveles.

Todo esto trae a mi memoria la perícopa del Evangelio de Juan 12,1- tres conocido como la unción en Betania, cuando una mujer  derrama un perfume valioso ungiendo los pies de Jesús.

 El texto que es previo al momento de la glorificación de Jesús, que es como Juan presenta la pasión, prescindiendo de las similitudes que pueda darse entre María, la hermana de Lázaro, la pecadora de Lucas 7,36-38 y el relato de Marcos 1,3-9, donde se unge a Jesús. Es ungido en los pies con un perfume de nardo, dice el verso 12,5 que el costo era de 300 denarios, y un denario equivalía a una jornada de trabajo de un día. Es decir, estamos hablando de diez meses de sueldo diario de un trabajador de aquellos tiempos. En otras palabras: el perfume era valioso independientemente de lo que fuera. Primero, hay en María  un deseo de poner a Jesús por encima de todo: su amor,  no escatima esfuerzo para de alguna forma demostrar su amor a Jesús y lo hace con algo valioso, no de lo que sobra, sino de lo que posee, algo ya propio de la teología bíblica, que se remonta hasta el Génesis 4,4, con las ofrendas de Caín y Abel. Y la perícopa termina diciendo que la casa se llenó de aquel perfume.

La Iglesia está necesitada desde hace mucho de ese perfume de mujer. Francisco solo ha dado paso para que ellas abran el frasco. Para nadie es un secreto, que la Iglesia nuestra ha sido muy marcada por la cultura patriarcal y machista que ha estado vigente en la humanidad. la Iglesia es hija de su tiempo y camina con él, pero el Espíritu la acompaña y guía. Y en un mundo en que desde hace un tiempo se ha comenzado a dar una mayor conciencia en cuanto al papel de la mujer y sus derechos en el quehacer de la humanidad, la Iglesia no puede, ni debe quedarse a atrás, y la mujer en ella tiene una cuota de participación, no solo por derecho de emancipación, sino como hija de Dios llamada a colaborar de manera directa a partir de su ser mujer en la tarea salvífica de la humanidad. No por debajo del varón, sino al lado del varón, colaborando ambos en igualdad de condiciones a la tarea evangelizadora de la humanidad, haciendo que el mundo sienta y perciba el perfume que le es propio y que su Creador le ha dado.

Hay que dejar que ellas exhalen su aroma, las que les son propias y las que pueden aportar, pues ese perfume hace falta en esta Iglesia hasta ahora solo de rostro varonil. No hay por qué tenerles miedo a su entrada en la Iglesia, pues les corresponde y toca, y al parecer ha llegado la hora de que ocupen su puesto y lugar en la comunidad eclesial a todos los niveles.