Por: José Jordi Veras Rodríguez.
Dicen que el milagro más difícil que resultaba para Jesús, a pregunta de Pedro en una oportunidad, era que la “gente creyera”. Todavía eso sigue siendo un elemento que determina cómo y en qué manera enfrentamos todas las pruebas y las situaciones contra las cuales tenemos que luchar en el día a día.
Para este nuevo año, tenemos que buscar la manera en que nuestra confianza fortalecida de tal manera, que cuando decidimos abandonarnos a El, resulte real y efectiva. Es algo que decirlo es fácil pero llevarlo a cabo, es lo que resulta un reto y un propósito.
Debemos buscar que nuestro mayor anhelo sea, tener fe, decidirnos a entregarnos a su guía. Reconocer que es nuestra real Roca firme y Alcázar, a través del cual, podemos derribar todo mal pensamiento que busque debilitar nuestra decisión de nuestra confianza en su presencia en cada uno de nosotros. Que nuestra fe, sea nuestro milagro.
Recordemos de lo que fue capaz Pablo, en medio de todo cuanto tuvo que atravesar en los calabozos, no ceso en ratificar la fuerza que le imponía a su confianza en Dios y es por esto que nos lega este mensaje que por siglos ha sido la manera en que la presencia de Jesús en él, era primordial y definitiva. Es por eso que nos regala esto, cuando expresa: “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
Es contundente, TODO, es posible para El.
Cuando creemos suceden las cosas por las cuales te has arrodillado y por las cuales te has humillado ante El, sin quejas ni temores.
Eso mismo que hemos visto una y otra vez y que hemos traído en otras ocasiones pero que nos muestra hasta dónde es capaz de llegar el ser humano cuando se mantiene apegado y creyendo en Jesús. Recordemos el pasaje de la mujer hemorrágica. Ella se humilló y se arrodilló ante El y su fe fue capaz de salvarla, lo que el hombre no había sido capaz. Lo que tuvo que atravesar por 12 años de obstáculos para conseguir su salud, y nada podía. Cuántas veces, somos vencidos nosotros, por no esperar en el tiempo de Jesús, así como espero esta mujer. No dejó de confiar. Que no sean nuestras debilidades las que primen.
Hasta el propio Pedro, pregunta: ¿Quién te ha tocado? Porque son muchas las personas que están a tu alrededor. Pero, Jesús estaba consciente, que lo que había salido de Él, era con poder de sanar, porque alguien había creído con fe. Es por eso, importante, recordar lo que nos dicen, las Escrituras respecto a este pasaje:
“Lucas 8:43-48: «Había entre la gente una mujer que hacía doce años que padecía de hemorragias, sin que nadie pudiera sanarla. Ella se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, y al instante cesó su hemorragia. –¿Quién me ha tocado?– preguntó Jesús. Como todos negaban haberlo tocado, Pedro le dijo: –Maestro, son multitudes las que te aprietan y te oprimen. –No, alguien me ha tocado –replicó Jesús–; yo sé que de mí ha salido poder. La mujer, al ver que no podía pasar inadvertida, se acercó temblando y se arrojó a sus pies. En presencia de toda la gente, contó por qué lo había tocado y cómo había sido sanada al instante. –Hija, tu fe te ha sanado –le dijo Jesús–. Vete en paz».
Hoy levántate confiado sin importar qué tanto debas enfrentar o cuántas dudas vengan a ti buscando alejar de ti la fuerza de tu fe. Esa que sana, esa que mueve montañas. Esa fe, que resulte ser tu milagro.
Así te quiere Jesús, confiado y fuerte y sobre todo, que le creas.