El tiempo litúrgico del adviento se nos presenta como una especie de trama o de obra donde confluyen a través de la Palabra de Dios, una serie de personajes bíblicos, para comunicarnos lo que es este tiempo y prepararnos para celebrar la Navidad y continuar en la espera de la segunda venida de nuestro Señor.

El primero es el profeta Isaías. Su vocación profética la recibió hacia el 740 a.C., tendría unos 20 años de edad; fue una experiencia en el templo (6,1-10), que le dio un profundo sentido de la grandeza y santidad de Dios y le abrió un nuevo horizonte ético, teológico y político. La santidad de Dios fue el eje de su mensaje. Realizó una serie de acciones simbólicas que unió a su mensaje, como andar desnudo y descalzo por Jerusalén, para anunciar el rechazo divino de la política oficial del reino y de trato con los imperios del momento (20, 1-6). Parece que trató con mucha familiaridad a los reyes, ante los cuales se pronunció sobre los asuntos de Estado. El texto bíblico no habla sobre su muerte, pero una leyenda judía lo presenta cruelmente asesinado por el rey Manasés, que ordenó partirlo por la mitad con una sierra.

El segundo sería Juan el Bautista. En la predicación de Juan el Bautista “la conversión” se relaciona directamente con la conversión de los pecados (Mc 1,4; Lc 3,3). Convertirse en boca de Juan, tiene como efecto la confesión de los pecados (Mt 3,5). El Sermón de Juan es conminatorio y amenazante. Habla de la enorme dificultad que van a tener aquellas gentes –para escapar del castigo inminente—(Mt 3,7; Lc 3,7). El Mesías, de acuerdo al Bautista, va a separar el trigo de la paja. En las ideas de Juan Bautista, la proximidad del Reino de Dios y la conversión que eso exige ponen a cada persona ante la amenaza de un castigo, que puede terminar, en el fuego que no se extingue.

Un tercero sería San José. El evangelio de Mateo es el que más nos habla acerca de José, Lucas un tantito y no más. Ambos lo ubican al principio, en los conocidos evangelios de la Infancia, y luego no lo vuelven a presentar más. Mateo lo ubica como descendiente de David (1,1-17), que estaba desposado con una joven llamada María, que resultó estar embarazada antes de estar juntos (1,18), que tuvo una visita en sueños de un ángel, que le anunció la naturaleza del embarazo de su prometida (1,20-23). Lo que más resalta en todo esto es lo de que a José se le da el título de Justo, en Mateo 1,19.  

Y un cuarto y último sería María. En los evangelios el que más abunda sobre ella es Lucas (1,26-38), presentándola desposada y anunciando su maternidad fruto de una acción divina; también Mateo hace algo igual (1,18-25), no así Marcos, quien no habla directamente de la maternidad, sino que la nombra más tarde ( Mc 3, 31-35). 

El cuarto evangelio o Evangelio de Juan tampoco da detalles sobre la maternidad, sino que se limita a presentarla en dos momentos claves de la vida de Jesús: El comienzo de su misión (Jn 2,1-12) y en el momento culminante de la cruz (Jn 19,25-27). Los escritos de Pablo y demás cartas, no tratan el tema, debido a que las cartas son muy específicas y concretas en problemáticas relativas a la comunidad.

Cómo señalamos al comienzo, lo importante es que estos personajes nos den luz para vivir este adviento del 2025, y que en ellos nos encontremos reflejados para recibir al Señor que ya llega.