El cuarto jueves de noviembre es el día feriado más celebrado en los Estados Unidos, Día de Acción de Gracias. También se ha extendido la efemérides a otros muchos países del mundo.
Pero no todos festejan lo mismo. La fiesta admite niveles. Al más superficial lo celebran por mimetismo quienes hacen irreflexivamente lo que ven en los Estados Unidos, país muy admirado, aunque no siempre por sus mejores valores.
Ese jueves se presta, además, para reunir a la parentela y amistades que se tratan poco, debido a las distancias, disparidades de horarios y diferentes estilos de vida. Nada más grato que disfrutar de una comilona especial, centrada en torno a un humeante pavo recién salido del horno, acompañado de ciertas guarniciones tradicionales para culminar con el típico pastel de calabaza.
En cuanto al menú, con el auge de las migraciones, hay quienes sazonan el pavo como si fuera un pernil de cerdo, o sencillamente prescinden del pavo en favor del puerco asado.
No faltan quienes se detienen a reflexionar un poco en eso de que toca dar gracias. Varían los agradecidos. Unos le dan gracias a la buena suerte; otros se dan gracias a sí mismos por su ingenio y buenas cualidades. En su narcisismo algunos llegan a esta afirmación: “Yo me he hecho a mí mismo”.
Finalmente también hay quienes celebran en profundidad, haciendo profesión de fe en Dios, no sólo como existente, sino como providente. Para éstos no hay buena o mala suerte, sino la mano de Dios guiando sus vidas.
Este acto de fe incluye reconocimiento de la propia indigencia y vulnerabilidad. Profesan que con sus propios recursos no pueden llegar a nada bueno, pero que con la ayuda de Dios sí logran abrirse camino en la vida por las sendas del bien. Estos dan gracias por lo dulce y por lo amargo, con base en San Pablo: “En todas las cosas interviene Dios para bien de los que lo aman” (Rom 8,28).
Para las personas de fe todos los días del año son Día de Acción de Gracias. Así como los creyentes elevan sus peticiones a Dios al verse tan necesitados, también dan gracias cada día por todo lo ya recibido.
Y luego, una vez servida la cena, en vez de lanzarse a servirse, alguien de la familia formule una oración de acción de gracias, sea de su cosecha o de un texto ya impreso, como podría ser uno de los numerosos salmos bíblicos de acción de gracias; hay mucho donde escoger; los principales son los salmos 100, 107, 118 y 145, entre otros muchos.
Idealmente, los católicos participan en la Eucaristía ese día, recordando que, precisamente, el significado etimológico de Eucaristía es Acción de Gracias.
Por último, nunca olvidemos que el agradecimiento es la llave de la felicidad, hasta el punto de que podríamos considerar los términos “agradecido” y “feliz” como sinónimos. Dicho de otra manera, es imposible ser ingrato e inconforme, y al mismo tiempo ser feliz.