Cómo perdonar con estos tres pasos prácticos para el día a día

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Perdonar a alguien no es algo que se haga de una vez por todas, ni una tarea fácil. Por ello, puedes practicar estos tres pasos para ayudarte a perdonar a los demás

Rezar diariamente esta serie de oraciones puede abrirte los ojos sobre las personas y situaciones que te han hecho daño a lo largo de tu vida. Una vez que eres consciente de ese dolor, puedes trabajar para perdonar a esas personas. Pues cuando lo haces, sientes una nueva ligereza y libertad. Te cambia la vida.

El trabajo diario del perdón

Sin embargo, el perdón no suele ser algo que se hace de una vez. Requiere trabajo diario y perseverancia continua. Debido a nuestro corazón endurecido, a menudo tenemos que perdonar a otros por heridas pasadas más de una vez.

Además, a lo largo de la vida, algunas personas nos decepcionan o nos hacen daño una y otra vez. Perdonar a la gente y el trabajo del perdón son conceptos bastante vagos, así que aquí te mostramos tres sencillos pasos.

Decir las palabras

El paso más sencillo y concreto para perdonar a alguien es decir en voz alta: “Perdono a (esta persona)”. Parece sencillo, pero no siempre fácil. Encuentra un momento para que el perdón forme parte de tu día. Si ya tienes un momento diario de oración o silencio, inclúyelo allí. Si no, busca una actividad y un momento regulares (cepillarte los dientes, ir al trabajo, pasear al perro) para empezar a incluirlo.

Recordar el pasado

Es posible que en tu vida haya habido heridas en las que has preferido no pensar y que has alejado activamente en algún lugar de lo más profundo de tu corazón. Esto es normal. Pero tendrás que hacer un trabajo mental para que esas experiencias dolorosas salgan a la luz.

Si no reconoces el dolor oculto, no sabrás qué y a quién tienes que perdonar. Primero tengo que recordar el daño, reconocer su presencia y su dolor en mi vida, y luego ser capaz de decir: “Esta persona me hizo daño, pero perdono a esa persona”.

PREPÁRATE A DIARIO

Por la mañana, piensa en tu día y visualiza qué momentos normalmente te frustran y perturbarán tu paz. Por ejemplo, un miércoles, puede que ya sepas que las interacciones matutinas con tu compañera de trabajo te sacarán de quicio; o que el tiempo que pases con tus hijos por la tarde te impacientará y querrás gritarles; o que tu marido se irá a su noche de hombres, dejándote a ti la mayoría de las responsabilidades y provocándote cierta angustia.