Miguel Marte
Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para la vida eterna, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, para toda la eternidad. (Daniel 12, 1-3)
La semana pasada decíamos que un tema central en la predicación profética es la esperanza. Hoy volvemos a lo mismo, pero desde otra perspectiva: la esperanza utópica. Se dice que tal vez la palabra “utopía” quiere decir “en algún lugar”. Si es así, la esperanza utópica consistiría en esa virtud que hace que el hombre espere encontrar respuesta a sus búsquedas más profundas más allá de esta vida, “en algún lugar” desconocido y reclamado al mismo tiempo. Es la esperanza que ha calentado el alma de tantos hombres y mujeres mientras caminan por “tierra de penumbra”.
El comienzo de nuestro texto describe las circunstancias en las que el profeta plantea su esperanza utópica: “tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora”. Se refiere al tramo de la historia que va del siglo VI hasta el II a.C., tiempo en que las grandes potencias de la época se iban sucediendo en el dominio del mundo conocido: Asiria, Babilonia, Persia, Grecia… Israel no estaba exento de esta realidad. Una pregunta latía en el corazón de muchos judíos: ¿Se puede ser judío creyente en Yahvé viviendo en medio de pueblos de religión y cultura extranjeras? ¿Conviene mantener los valores judíos? Helenización, se llamó el proceso por el cual la cultura griega se iba imponiendo en el ambiente judío.
Dos mensajes destacan en el libro de Daniel: por un lado, crítica y resistencia al poder humano absolutizado; por el otro, consuelo, aliento e invitación a la esperanza y fidelidad. Temáticas tejidas con los hilos del lenguaje apocalíptico. De hecho, aunque tanto la tradición judía como la cristiana ha considerado a Daniel como un profeta, en realidad su libro pertenece a la literatura apocalíptica; un género literario que tuvo su desarrollo entre los siglos III a.C. y II d.C. El objetivo de esta literatura era ayudar a sus lectores a interpretar desde la fe lo que estaba sucediendo en ese momento histórico, al tiempo que los animaba a no abandonar la fe ni a perder la esperanza en que todo irá a mejor. Escrito probablemente durante el levantamiento de los Macabeos (167-164 a.C.), busca fortalecer la fe y la esperanza del pueblo judío.
Volvamos a nuestro fragmento, el cual podríamos titular “Tiempos de angustia y promesa de resurrección”. El texto comienza con la promesa de que el mundo divino (arcángel Miguel) irrumpirá en la historia humana para eliminar las fuerzas del mal. Luego introduce el tema de la resurrección, lo que he llamado más arriba “esperanza utópica”. Finalmente garantiza la promesa de resurrección a los “sabios” que han guiado al pueblo con sus enseñanzas. El autor no nos da detalles de cómo será el final de la historia, pero introduce ese elemento clave en la fe de un sector del judaísmo y del posterior cristianismo: la idea de resurrección.
La ausencia de detalles al hablar de la resurrección se debe a que al ser humano se le escapa el sentido último de los acontecimientos históricos, es incapaz de desvelar los enigmas de la historia. El libro del Apocalipsis, en el Nuevo Testamento, llenará este vacío con la narración del “Cordero degollado” que abre los sellos para interpretar los rollos que contienen la historia de la humanidad (cap. 5). Para los cristianos, quien nos revela el fin último de la historia es Cristo resucitado.
El mensaje de Daniel, especialmente en sus últimos capítulos gira en torno al plan de Dios sobre lo que sucederá al final de los tiempos. El mal tiene sus días contados, no es quien tiene la última palabra. Los justos capaces de soportar el mal, manteniendo firme la esperanza y trabajando por un mundo nuevo, harán posible la utopía de un cielo y una tierra nueva. Existen otros mundos y otras historias posibles. Confianza, esperanza y resistencia resumen la lucha del hombre creyente mientras aguarda la novedad de Dios.