Pedro Domínguez
El verdadero líder se conoce porque actúa con responsabilidad. No se aferra al poder, ni a dirigir. Sabe retirarse a tiempo cuando entiende que la causa a la que sirve merece nuevos bríos; cuando es consciente de que ya cumplió su misión y que el caballo necesita otro jinete.
El líder no se considera indispensable; entiende que la vida sigue, con tendencia a evolucionar y que las buenas acciones realizadas son las que brillarán en los libros de la historia. Sabe que su protagonismo es temporal y que la humildad es una virtud que engrandece.
El líder comprende que el mundo no es color de rosas, que los caminos tienen obstáculos, trampas, fieras que acechan y que no siempre sale airoso en el recorrido. Y cuando tropieza se levanta y arranca de nuevo con más entusiasmo, pero a sabiendas de que debe dar paso al relevo, para que el poder que representa avance. El líder, previo a su retiro, piensa: ¡qué agradable es servirle con honorabilidad a la sociedad, ese es mi legado!
Es condición de los líderes reconocer que todo proyecto se obtiene uniendo voluntades, cada cual asumiendo su responsabilidad, siempre en armonía con el conjunto, ya que una desviación de apenas uno puede ser fatal para el conglomerado. El líder es tolerante, es el primero en comprender que no necesariamente tiene la verdad, aunque defienda sus convicciones con gallardía; pero si hay que rectificar, se hace.
El líder sabe que las victorias son efímeras y las derrotas provisionales, que el poder, la gloria y la fama pasan y que los fracasos, la tristeza y los dolores también, pues sólo perdura el cumplimiento del deber, como un tatuaje en el alma. Es consciente de que no basta su buena voluntad para cumplir su tarea, que hay momentos en los que el cuerpo no aguanta, donde los años no perdonan y que es necesario ceder el paso a quien pueda caminar con más energía. Y en ocasiones, aunque se tengan fuerzas físicas, la prudencia aconseja dar paso a las nuevas generaciones y a ideas más frescas, porque todo en la sociedad debe fluir.
El líder no es egoísta. Cuando observa potenciales sucesores, les abre las puertas y los motiva a avanzar. Cuando el líder actúa así se engrandece y su liderazgo traspasa el presente y se coloca en un eterno pedestal de admiración.
El líder cumple su misión con humildad, a sabiendas de que todo en la vida es temporal. Contempla la renovación de lo que hizo, con la satisfacción del deber cumplido. Y luego se retira en paz y se mantiene como un noble símbolo de lo que encabezó.