En aquellos días, el Señor bajó en la nube, habló con Moisés y, apartando algo del espíritu que poseía, se lo pasó a los setenta ancianos. Al posarse sobre ellos el espíritu, se pusieron a profetizar enseguida. Habían quedado en el campamento dos del grupo, llamados Eldad y Medad. Aunque estaban en la lista, no habían acudido a la tienda. Pero el espíritu se posó sobre ellos, y se pusieron a profetizar en el campamento. Un muchacho corrió a contárselo a Moisés: “Eldad y Medad están profetizando en el campamento.” Josué, hijo de Nun, ayudante de Moisés desde joven, intervino: “Señor mío, Moisés, prohíbeselo.” Moisés le respondió: “¿Estás celoso de mí?”?¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!”. (Números 11, 25-29)
Setenta ancianos son elegidos para acompañar a Moisés en su labor de gobierno. Deben poseer su mismo espíritu, por eso se les traspasa “algo” de él. Otros dos, que están fuera del lugar donde se desarrolla la ceremonia también reciben su “porción” de espíritu. Son dos personajes que, en toda la Biblia, solo aparecen aquí. Sus nombres son muy singulares. Eldad significa “Dios ama” y Meldad “amado (por Dios)”. Y como en cuestiones del amor nunca faltan los celos -(¿hay amor de verdad que no sea celoso?)-, Josué se muestra celoso de que también estos dos, que no forman parte del “circulo”, aparezcan poseídos por el mismo espíritu de Moisés y se pongan a profetizar. La respuesta de Moisés no podía ser más contundente: “¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!”
El texto nos habla de setenta ancianos. Este grupo fue una institución en el pueblo de Israel. Su influencia perduró y se acentuó con el paso de los siglos. Son mencionados por el evangelista Mateo, junto con los sacerdotes en el momento de deliberar sobre la muerte de Jesús: “se reunieron los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo en casa de Caifás, el sumo sacerdote. Allí tomaron el acuerdo de tender una trampa a Jesús para prenderlo y darle muerte (Mt 26,3). El cristianismo primitivo, surgido como una secta al interior del judaísmo, llamará a una parte de sus líderes “presbíteros”, que significa precisamente “ancianos”.
Pero ¿cómo surgieron y qué función tenían “los ancianos” como grupo institucionalizado en el Antiguo Testamento? Nuestro texto intenta decirnos cómo surgen. Moisés necesita ayuda para dirigir al pueblo y Dios toma parte del espíritu de Moisés para traspasarlo a los setenta. De esta manera, la institución de los ancianos queda directamente relacionada con la tradición sobre Moisés. En adelante ellos serán los verdaderos herederos y sucesores de Moisés porque poseen su espíritu. ¿No tendrá que ver con esto los celos de Josué? Recordemos que el caudillo que sucederá a Moisés es precisamente Josué, quien se encargará de adentrar al pueblo en la Tierra Prometida. ¿No estamos aquí ante una disputa de protagonismos?
Pero sigamos con los ancianos. Su función es netamente jurídica. Así como Moisés es quien aparece detrás de la legislación veterotestamentaria, los encargados de velar por su legítima interpretación deben ser hombres que posean el mismo espíritu que el legislador. Su función, por consiguiente, será ayudar a Moisés a llevar el peso del pueblo guiándolo, administrando justicia, “gobernando”. Con Moisés se encargarán de la buena marcha del pueblo. Su autoridad puede ser considerada, incluso, más antigua que la de los sacerdotes. Es interesante que cuando Yahvé da a conocer a Moisés los detalles de su plan de salvación (Ex 3,16-22) comience su discurso diciendo: “Reúne a los ancianos de Israel y diles…”. En los orígenes mismos de la historia de la salvación están presentes los ancianos. Y son ellos los primeros en conocer el plan de Dios. Otro detalle: los ancianos acompañarán a Moisés ante el faraón para transmitirle el mensaje de que Yahvé quiere que deje en libertad a su pueblo (Ex 3,18).
Pero parece que no solo con Josué entró en disputa el liderazgo de los ancianos, sino también con Aarón, hermano de Moisés, primer sumo sacerdote y antepasado de todas las familias sacerdotales. Unos y otro se disputaban ser los herederos legítimos de Moisés y los portavoces oficiales de la tradición heredada. Ambos grupos se reivindicaban la autoridad política y religiosa sobre el pueblo de Israel y caminaron en paralelo a lo largo de la historia