Por: José Jordi Veras Rodríguez

Para cuando se dio el atentado a nuestra vida y el asedio a nuestra familia, nos llegó a las manos un libro con el título, ‘No te rindas’, del autor Saulo Hidalgo. Hasta ese momento no conocíamos al escritor. Alguien nos regaló como forma de apoyo para que por medio de la lectura, sirviera como palanca de todo lo que estábamos atravesando y lo que venía.

Lo llegamos a leer hasta dos veces porque su contenido era realmente motivador. Y fue de mucha ayuda para que pudiéramos enfrentar todo lo que se presentó y nos permitió mantenernos vinculados a la fuerza de Dios.

Pasaron más de 14 años cuando para septiembre del año pasado, decidimos asistir a la iglesia Casa Misión, aunque ese día no teníamos la real intención, pero algo nos dijo que fuéramos. Allí, al finalizar la misa, indicaron que Saulo Hidalgo estaba ahí y que estaría firmando sus libros para quien deseara.

Nos sorprendió grandemente que esto sucediera, porque fuimos a buscar y encontré. Él procedió a autografiar dos de los libros que colocamos en sus manos. Y los mensajes puestos ahí tenían mucho que ver con lo que ya dentro de nosotros sabíamos.

Tuvo que pasar casi un año de aquello para que pudiera darse otro encuentro, en esta oportunidad a modo de entrevista y así fue como pudimos conocernos e intercambiar ideas.  Fue un instante importante y que nos permitió ahondar aún más en la vida de este predicador y del ser humano.

Unos días después el mismo Saulo estaba predicando en la parroquia ya mencionada más arriba. Y el tema bíblico que utilizó fue el de la mujer hemorrágica. Esto caló mucho en nosotros porque ha sido un pasaje de las Escrituras con el cual nos hemos identificado.  Porque tal como él expresaba: ella tuvo una fe inquebrantable e indetenible.

A pesar de todo, cuánto había pasado dicha mujer. Había perdido todo económicamente hablando; fue desahuciada por los médicos, que no habían dado con su mejoría. Y era considerada impura para aquella época, por el sangrado constante que tenía. Imaginen solamente este cuadro. Y a pesar de pasar 12 años luchando, cuando escuchó que Jesús estaba ahí, entre la multitud, decidió acercarse sin hacer pausa y tocar su manto. Y creyendo en esto último, la misma sanó. Y por su fe y ese tipo de confianza, resultó curada.

Como bien preguntaba, Saulo. ¿Cuántos son capaces de mantener una fe firme, indetenible e inquebrantable, que te haga mover día a día, que no desista a pesar de los días de tormenta? Ese es el tipo de confianza que debemos construir con nosotros mismos y con el Señor.

Este encuentro de hace unos días, fue enriquecedor y nos recordó que es mejor estar siempre dispuesto a mantener la mano abierta para tomar de ella a quien no ha muerto y saber que a pesar de todo, no nos abandona.