Por: José Jordi Veras Rodríguez.

Verla correr se piensa uno que es fácil, porque ella así lo hace notar.  Nos referimos a la gacela de Don Gregorio, Marileidy Paulino.  La que nos ha puesto a vibrar desde hace unos años hacia acá.  Sin embargo, cuando conoces todas las vicisitudes que tuvo que atravesar para llegar a donde está, siendo la mejor del mundo, es para recordarnos, que para el ser humano que se llena de fe, esperanza y confianza, no hay límites posibles.

Es como muchas y muchos dominicanos que provienen de un hogar en la que su madre, realizaba ambos papeles en el  hogar.  La real obligación de tener que criar varios hijos, solo a fuerza de espíritu y de trabajo.  Que no caen en lo mal hecho o se desvían de su camino, porque saben que tienen un objetivo principal que cumplir, y es ser guía y máximo ejemplo de sus hijos.

Nuestra Marileidy Paulino, es la quinta de seis hermanos, que tuvo al igual que los demás, hacer lo indecible para dar una mejor vida a su madre.  Que lo había dado todo por cada uno ellos.  Que sacó, a pesar de toda la pobreza y precariedad, seres humanos humildes y orgullosos de su origen.  Que pudieran combatir contra todo, porque ante esos obstáculos, siempre tendrían algo superior a ellos que los levantaría y los haría lograr el resultado.

Nuestra Marileidy, tiene desde niña teniendo que vencer obstáculos mucho peores que los que encuentran en la pista.  Por eso se le ve tan natural en lo que hace y se visualiza fácil en cada zancada, porque hace tiempo que ha tenido que derribar las paredes de la indiferencia, de la desigualdad y de recibir muchas puertas cerradas.  Pero supo mantenerse firme y confiada.  Esa determinación que hoy muestra, no es al azar, es fruto del empeño y esfuerzo constante que tuvo que asumir para sobrevivir, ella y su familia.

Lo que hoy vemos en Marileidy, es solo la muestra de quien ha sabido levantarse luego de haber caído, una y otra vez.  La misma que debió correr sin zapatos porque no podía comprarlos y aun así llevaba a cabo su tarea.  Todas esas limitantes, las supo hacer una virtud y transformarla como fortaleza.  Entonces, siguen siendo, como hemos expresado en otros escritos sobre ella, una muestra de que la fe mueve montañas, engrandece corazones y evita que la humildad se pierda entre el éxtasis de la victoria.  Así es nuestra Marileidy.