El lenguaje vulgar, violento y disociador que se ha hecho un estilo en algunos medios de comunicación, está destruyendo el tejido social dominicano. Sus promotores olvidan el daño que están causando. Su afán por conseguir fama y fortuna a cualquier precio, los lleva a promover actitudes dañinas en la población, sobre todo en los niños y jóvenes.

Estos voceros de los antivalores están creando un clima que asfixia los sentimientos nobles que se anidan en el corazón de cada ser humano.

La avalancha de contenidos malignos es tan fuerte que diversos sectores de la vida nacional están reclamando, con mucha razón, que se ponga freno a este libertinaje en que han caído

muchos comunicadores.

Como dice la Doctrina Social de la Iglesia, el derecho al ejercicio de la libertad es una exigencia inseparable de la dignidad de la persona humana, y aquí se ha vuelto una rutina que a través de algunos medios, y más ahora con los avances de las redes sociales, se difame, insulte, y se destruya a las personas.

Tenemos que sumarnos a la preocupación colectiva de adecentar los medios, en una época donde encontramos personas que han confundido la libertad de expresión con el libertinaje.

Es hora de revisar la Ley sobre Expresión y Difusión del Pensamiento, para adecuarla a la nueva realidad que estamos viviendo. Que no se pierda un minuto más.

Los medios de comunicación tienen una misión muy clara, que es la de informar, educar, entretener sanamente, y sentar las bases de una sociedad en donde el respeto a la dignidad

humana sea sagrado.