Homilía para la fiesta de la ORDEN DE MALTA

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San Juan Bautista

Piergiorgio Bertoldi 

Queridos amigos:

Según el evangelista Lucas, solo aquellos que se abren a lo nuevo pueden recibir el espíritu de ese Dios que renueva todas las cosas. Como fue para María, que se abrió a la vida que quería florecer en ella, también fue para Isabel, y ahora es el turno de Zacarías, el sacerdote incrédulo que, totalmente absorto en el rito, no se da cuenta del Dios que se manifiesta en su vida.

Ahora Zacarías tiene una segunda oportunidad, es la de Isabel su esposa, para quien llegó el momento del parto y dio a luz a un hijo. El evangelista comienza el relato del nacimiento de Juan confirmando la línea de ese Dios para quien nada es imposible, la estéril que se convierte en madre y ahora veremos, aún más difícil, el sacerdote que se convierte en profeta.

Al octavo día vinieron para circuncidar al niño y querían llamarlo con el nombre de su padre, Zacarías. Es la tradición, siempre se hizo así, el primogénito varón lleva el nombre del padre o posiblemente del abuelo, para que así se perpetúe para siempre.

Pero hay un incidente, interviene la madre, ¡algo inaudito! una mujer que toma la palabra, que interviene. Pero el evangelista va más allá y atribuye a Isabel el mismo papel que al ángel. Fue el ángel quien dijo “este niño se llamará Juan”, y aquí interviene la madre diciendo, su nombre será Juan.

En el anuncio del ángel se había dicho que “este hijo volverá el corazón de los padres hacia los hijos”, es una cita del profeta Malaquías, pero el evangelista la interrumpe porque la cita continuaba “y el corazón de los hijos hacia los padres”. Entonces lo antiguo debe recibir lo nuevo y lo nuevo debe recibir lo antiguo.

Lucas no está de acuerdo. Es lo viejo, es el pasado lo que debe recibir lo nuevo, ese es el significado que se le da a este nombre Juan. Así que la madre rompe con la tradición: es lo nuevo lo que debe ser acogido.

Esto crea un gran escándalo y de hecho Lucas escribe que los presentes objetan que no hay nadie en la parentela que se llame así. Es la tradición, es el imperativo de siempre se ha hecho así, ¿por qué cambiar?

No es solo tradición judía, al menos según la tradición de los Rainieri y muchos otros en esta linda isla de Santo Domingo de Guzmán.

Entonces se dirigen al padre del niño, le preguntaban con gestos, con gestos que significa que el padre es sordo, es sordo porque no ha escuchado la palabra de Dios, pero además es mudo, porque quien no escucha la palabra tampoco puede anunciarla, le preguntaban cómo quería que se llamara su hijo. Y aquí sucede algo clamoroso, la novedad, él pidió una tablilla y escribió: Juan es su nombre, confirmado lo que dijo su esposa.

Y, comenta el evangelista, todos se maravillaron, nunca se había escuchado que una mujer impusiera el nombre al hijo, pero sobre todo más grave y desestabilizador un sacerdote que rompe con la tradición, esto es algo inaudito, algo que asombra.

En ese mismo instante, es decir, al mismo instante en que escribió y por lo tanto se abrió a lo nuevo, a la voluntad de Dios, se le abrió la boca y se le desató la lengua y hablaba bendiciendo a Dios. El sacerdote al recibir lo nuevo recibe el Espíritu y se transforma en profeta.

Todos sus vecinos quedaron atónitos, es algo desconcertante esta ruptura inaudita de la tradición, no solo por el papel de la mujer, sino también por el papel del sacerdote que se convierte en profeta, y toda esta situación se expande, y aquellos que lo escuchaban guardaban en sus corazones diciendo qué será de este niño. Y el evangelista subraya realmente que la mano del Señor estaba con él, y precisamente porque la mano del Señor está sobre Juan, Juan no sigue la tradición del padre. El hijo primogénito de un sacerdote debía continuar la línea sacerdotal del padre. Juan no, sobre él está la mano del Señor y no va al templo, sino al desierto, no será sacerdote, sino profeta.

Y aquí no se entiende por qué la liturgia ha omitido el versículo 67, que era el más importante, donde el evangelista escribe que Zacarías su padre fue colmado del Espíritu Santo y profetizó. En el momento en que el sacerdote se abre a lo realmente nuevo se transforma en profeta, eso es lo que importa.

Comenta el evangelista dando un salto al versículo 80, el niño crecía y se fortalecía en espíritu. Vivía en regiones desérticas hasta el día de su manifestación en Israel. El evangelista confirma que no seguirá a su padre, no será sacerdote, sino profeta.

Cabe preguntarse si lo que el Evangelista Lucas nos enseñó tiene que ver con la Soberana Orden de Malta, una institución que solo por el hecho de haberse vuelto soberana en 1113, podría agregar a su lema “Tuitio Fidei et Obsequium Pauperum” (defensa de la fe y servicio a los pobres) también la palabra tradición.

Pero quizás es precisamente en el dinamismo que encierra el lema donde la tradición se abre a lo nuevo y lo interpreta. Un ejemplo son estos últimos años que han sido marcados por las reformas estructurales de la Orden para una fidelidad más adecuada a su vocación.

Pero el segundo ejemplo estaba entre líneas del discurso del Embajador Franck Rafael Marazini Rainieri del pasado 19 de junio. Al escucharlo, se podría simplemente pensar en el bien que la Orden de Malta hace en el mundo y en la República Dominicana.

Pero para hacer el bien es necesario comprometer el corazón y la mente para estudiar las situaciones y amar a las personas implicadas.

En otras palabras, tanto la defensa de la fe, como aún más el servicio a los pobres, obligan a abrirse a la novedad, a las provocativas novedades de hoy, y a las que se presentarán mañana para ofrecer respuestas a la altura de la situación. Por lo tanto, sí a la Tradición, pero solo si esta se convierte en profecía como en el caso de Juan el Bautista y de su padre Zacarías.

La lista de sus actividades descritas en el discurso de Frank Rainieri genera asombro, igual que en aquellos que estaban presentes en la circuncisión de Juan, porque dibujan una profecía de la caridad, que antes de estar en sus acciones, ya está presente en su fe y se convierte en su continuación natural.

La larga lista de actividades nos dice que ustedes no se quedaron sordos a la palabra de Dios como Zacarías en el templo, sino que la escuchaste de labios de los más pobres; y que tampoco permaneciste mudos, sino que su acción fue la palabra que confirma una escucha con corazón y mente.

Como Zacarías ustedes se abrieron a lo nuevo, a los nuevos contextos de pobreza, y como Zacarías recibieron el Espíritu y se convirtieron en profetas de la caridad.

Que su principal patrono San Juan siga asistiéndolos junto con María naciente, su protectora. En Ella también, yo, ordenado sacerdote en la catedral de Milán dedicada precisamente a María naciente, me siento cerca de ustedes, muy identificados y comprometidos con ustedes.

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