En los evangelios de Mateo 13,55 y Marcos 6,3 se identifica a Jesús como el “Hijo del carpintero”, lo que ha llevado a algunos escritos apócrifos, a la imaginación popular y al cine, a la creación del famoso taller de carpintería de Nazaret, donde Jesús aprendió dicho oficio y posteriormente trabajaría con su padre, creando unas escenas, sobre todo en el cine, cursis y que dan “tirito” a cualquier biblista o teólogo conocedor del tema.
Ahora bien, de que era carpintero no hay duda, pues ciertas prescripciones judías decían que cada padre debía enseñar a su hijo un oficio, o si no, estaba criando un ladrón. Ante esto las profesiones de entonces iban de padre a hijo, a nieto y así, pues no había como hoy una diversidad en el conocimiento, ni universidades o escuelas técnicas.
Pero lo que en los últimos tiempos muchos investigadores han puesto en duda, es el famoso taller de Nazaret, pues esta era una localidad muy pobre, insignificante para los tiempos de Jesús, poco habitada, ubicada a pocos kilómetros de una gran ciudad de entonces, que era Séforis. Estudiosos de hoy día dicen que los hombres de Nazaret iban todos los días a esta ciudad a trabajar, a hacer lo que fuera, conforme a su oficio, o lo que se presentase, y al atardecer, con la paga, regresaban a Nazaret donde sus familias.
Hay un texto del evangelio de Mateo 20, 1-16, que es la parábola de los obreros de la viña, donde se habla de un propietario que sale a diferentes horas del día a contratar obreros para su viña, y al atardecer le paga a todos por igual.
Prescindiendo de la hermenéutica y teología propia de la parábola, en cuanto a nuestro tema, nos detenemos en los versículos 6 y 7, donde el dueño de la viña pregunta por qué ellos están parados, sin hacer nada, y ellos le responden: “es que nadie nos ha contratado”.
Tal parece que lo narrado en la parábola era bien conocido de Jesús, podríamos decir, que si Jesús era de Nazaret, conocía el oficio de carpintero, y nos olvidamos del cursi taller de Nazaret y tomamos en cuenta estos versículos de Mateo: él, con los hombres de Nazaret, bajaba diariamente a Séforis, a que lo contrataran para algún trabajo, que también no necesariamente era la carpintería, sino lo que se presentase, como trabajar un día en una viña.
Esto nos lleva a dos cosas, una primera es admitir por lo dicho por los evangelios de que Jesús era de profesión carpintero, pero en cuanto a su quehacer diario, en lenguaje dominicano diríamos que era “chiripero”. No es la primera vez que se dice esto. Hay, me parece, una canción entre nosotros que lo dice, aunque no se matiza.
El chiripero en República Dominicana es aquel trabajador informal, que cada día sale de su casa a hacer lo que aparezca, en el orden del trabajo honesto, como tal no tiene sueldo fijo, sino que cada día regresa a su casa con lo que logra obtener de lo que hace ese día.
Sé de familias en nuestros barrios, que al venir del campo, todos sus miembros (masculinos), salían diariamente a hacer lo que apareciese y por la tarde, cuando todos llegaban, ponían lo conseguido en común y se mandaba al colmado a comprar el arroz y los “frijoles” o cualquier otra cosa para acompañarlo, y esa era la comida del día.
Luego, muchos de esos muchachos por la noche estudiaban, y hoy son grandes y buenos profesionales que han logrado ubicar bien a sus familias, sin las necesidades y penurias de entonces, y no se avergüenzan de esa etapa de su vida, y por el contrario agradecen lo vivido, ya que eso les llevó a valorar más el trabajo serio, sus familias y creó en ellos deseos de superación y lo han logrado.
En conclusión, en cuanto a nuestro tema, y lo expuesto: Jesús de Nazaret fue de profesión carpintero, pero en su vida de trabajo, fue chiripero.