Hechos de los Apóstoles y Pascua de Cristo

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Empty tomb with three crosses on a hill side.

P. Javier López SJ

La primera lectura de la Misa durante los cincuenta días del tiempo pascual es siempre de los Hechos de los Apóstoles. ¿Qué razón puede haber para que la liturgia se concentre tanto, durante este tiempo, en este libro?

Hay un vínculo estrecho: el alegre anuncio de la Pascua realizado por los primeros discípulos se encuentra en el origen mismo de las comunidades cristianas. Y san Lucas evangelista nos narra esta íntima relación en los Hechos de los Apóstoles.

Este libro no es pues un mero reportaje histórico, sino una selección de acontecimientos nacidos de la Pascua y reflexionados teológicamente bajo la inspiración del Espíritu, sobre la vida de la Iglesia primitiva. El autor nos lo presenta en tres etapas, según las memorables palabras de Jesús a los discípulos: “ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo; él vendrá sobre ustedes para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra (Hechos 1,8).

Por eso la misión se desenvuelve primero en Jerusalén (capítulos 1-6). De allí se extiende al resto de Judea y a Samaría (6-12). Finalmente, el testimonio tiende hacia los confines del mundo (13-28).

Lucas desarrolla en particular los ministerios de Pedro y Pablo, aunque también destaca, entre otros, el audaz testimonio de Esteban protomártir, el diálogo de Felipe con el funcionario etíope y la actividad de Santiago, Juan y Bernabé. Todo ello acompañado de prodigios que nos recuerdan las palabras y los hechos de Jesús en los Evangelios. 

El libro de los Hechos se distingue en el Nuevo Testamento no sólo por su contenido teológico sino por su calidad literaria, comparable con otras obras clásicas de la cultura greco-helenista.

Toda Eucaristía celebra la Pascua del Señor y su efecto en la Iglesia y en el mundo. Pero esta realidad sobresale durante el tiempo pascual. Por eso la lectura del libro de los Hechos es tan adecuada a este tiempo, ya que ilustra la vida de la Iglesia con sus problemas cotidianos, sus luces y sombras: la alegría de la fe pascual compartida en medio de múltiples dificultades, el testimonio de sus miembros, las persecuciones.

Lucas, compañero del apóstol Pablo, no silencia las tensiones al interior de la Iglesia. La pretensión en algunos de imponer la ley de Moisés motiva el primer concilio en Jerusalén. Recordemos también los primeros intentos de comercializar la fe (el caso de Simón el mago) o las tentativas de engañar a sus miembros (el fraude de Ananías y Safira).

San Lucas dedica esta extraordinaria obra inspirada, al igual que su evangelio, a Teófilo, en griego “Theo-filus, amigo de Dios”. Teófilo representa a cada cristiano que busca profundizar su fe y crecer en la amistad con Dios. Lucas nos guía en el difícil camino de testimoniar nuestra fe de palabra y obra. Para ello nos va identificando con los gozos y esperanzas de la Iglesia de su tiempo, para que estemos cada vez más alerta ante los problemas y conflictos, tanto dentro de la misma Iglesia como exteriores a ella. Su relato nos conduce a vivirlo todo en nombre de Jesús, Cristo Resucitado, el Señor, que reúne continuamente a su pueblo en unidad con la efusión renovada de su Espíritu. 

¡Estupenda lectura para este tiempo de Pascua!