Institucionalidad contra mano dura

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En mis tiempos por España me encontré saliendo de una librería a un connotado rector de universidad nuestra que conocía, y luego de saludarnos y recordar quién era el uno y el otro le pregunté cómo veía la situación del país, y me dijo que en el país como que se necesitaba un poco de mano dura para algunas cosas. Le dije que tal vez no era eso, sino cierto carácter de institucionalidad en las instancias del Estado y más, hizo un dejo con el rostro, me dio una palmadita, se despidió y marchó.

Ese más al que me refería en ese entonces, son ciertas instancias de la sociedad como las asociaciones y grupos sociales y hasta religiosos nuestros, pues institucionalidad en cuanto a lo que queremos referir: son esas reglas formales e informales, las cuales enuncian una serie de normas y de formas de proceder que buscan limitar la forma de actuar de las personas o grupos con la finalidad de maximizar el bienestar que tal instancia busca, o pretende hacer ver. 

Son bastantes entre nosotros las agrupaciones que han perdido su norte, y las personas que se instalan en ellas y hacen lo que quieren, sobre todo eternizándose en sus funciones, corrompiéndolas y usándolas con finalidades propias por el irrespeto y la no vigencia del carácter institucional de las mismas. Y como claro está, todo eso se lleva a los estamentos más altos del país que son las instancias estatales y de ahí las opiniones de que todo se debe resolver con mano dura, al estilo Trujillo, como decimos entre nosotros, y como decía el connotado rector.

Pienso que aquella vez en el siglo XVII, siglo que según muchos de nuestros grandes intelectuales moldeó el ser del dominicano, cuando éramos dizque dominio español, pero resulta que la corona española al encontrarse con las grandes riquezas de oro y de plata del continente americano, se olvidó de nosotros, y comenzamos a manejarnos por nuestra cuenta, haciendo comercio con los holandeses, ingleses y franceses que llegaban a nuestras costas, trayendo como consecuencia la mano dura de las devastaciones de Ozorio. Este hecho histórico ayudó a que esa falta de institucionalidad comenzara a adecentarse en la construcción de la sociedad dominicana.

 Está claro que luego pasaron más años con elementos que también contribuyeron, como los cambios de dueños que tuvimos, las revoluciones tras la Independencia y la Restauración de gente que caprichosamente no respetaba los gobiernos de turnos y venía a la Capital, y como expone Rafael Solano en su merengue ´´la tumbadora´´, llegaban y sin más los destituían, entonces en medio de todo eso aparece la mano dura de Trujillo, y ya se crea la ´´leyenda urbana´´, como dicen los jóvenes de hoy, de que es eso lo que se necesita, y no luchar y trabajar por el establecimiento de una verdadera institucionalidad.

Pero el factor más determinante ha sido la falta de educación en esa línea, comenzando por el hogar, pasando por la escuela y llegando hasta la Iglesia. Hay que revertir esta situación histórica nuestra. La sociedad dominicana no puede seguir caminando así, hay que comenzar a enseñar que las normas, las reglas, los procesos y procedimientos se respetan. Hemos avanzado algo, pero se necesita más. Hay que desterrar del inconsciente colectivo que es a palo y porrazo que entendemos, que el camino es educar y educarnos, que lo que debe regir a los hombres en sociedad, y en este caso a la sociedad dominicana, no son los caprichos o búsqueda de beneficios de personas o grupúsculos, sino la institucionalidad que cada instancia e institución, ya sea social, pública, privada o religiosa entraña y regenta en sí misma.