Crisis vocacional o necesidad de búsqueda en nuevas vertientes vocacionales

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Rear view slowmo of priest in long white cape cloak praying, standing at icon of Jesus Christ in Catholic church

Siempre he dicho, y no sé si otro también, de que la Iglesia que tiene tres milenios peregrinando en este mundo, su primer milenio fue muy apostólico. El segundo ha sido jerárquico o sacerdotal y el tercero, al cual nos estamos adentrando será muy del laicado. De ahí que no encontremos raro la situación de crisis vocacional que hay en la Iglesia. Ya muchos han enunciado diversos factores que influyen para esto, desde la disminución de los nacimientos, el secularismo que vivimos y crece cada vez más, hasta llegar a la falta de testimonio de curas y religiosos.

En el segundo milenio de la Iglesia nos acostumbramos mucho a la figura del sacerdote, sea diocesano o religioso como el llamado y destinado a llevar las riendas de la comunidad, a predicar y ver que por sus manos fluía el quehacer del Espíritu en cuanto a la unción que había recibido y la administración sacramental que realiza. Es el padre de la comunidad, de ahí su nombre, pues él la engendra, la guía, la alimenta, la dirige y la conduce como buen pastor en el corral de las ovejas de Dios que es la Iglesia.

Pero esa imagen de cura de alma y de hombre del pueblo de Dios para servir a ese pueblo, ya no llama mucho la atención, no motiva, no inspira gran respecto en el hoy de la sociedad en que vivimos, y únale a eso los escándalos en torno a la pederastia que se han suscitado para más enturbiar la cosa. Ser cura, padre, sacerdote ya no anima mucho, además de que hay otras mayores fuentes e instancias de hacer el bien e incluso de acercar a los hombres y mujeres más a Dios. Y no es que el celibato aleje o inspire miedo, es que talvez hay la moción de que no hay que sacrificar tanto para servir a Dios y a su Iglesia, pues siendo un buen laico se puede hacer mucho.

 Hay en estos días laicos excelentes predicadores, mejores que muchos sacerdotes, y en la administración ni se diga, incluso el nivel de formación de muchos sobrepasa a sacerdotes hasta con doctorados y más. Tienden a ser muy carismáticos en cuanto al seguimiento de mucha gente, con una autoridad sobre muchos que pasma. Cada día se abren más paso en el quehacer de la Iglesia y en una diversidad de ministerios o servicios sorprendente, algo que solamente es posible por el Espíritu que habita en nuestra Iglesia.

Esto nos lleva a pensar y a intuir por la fe que tenemos, que la vocación al servicio en cuanto a la guía, pastoreo y atención al rebaño eso no faltará en la Iglesia. Que el Señor siempre la asistirá, además de que esa fue su promesa. 

Tal vez estamos ante el agotamiento de un modelo: el modelo jerárquico-sacerdotal, como en su momento se agotó el apostólico, y es posible que el Espíritu nos esté alertando de por dónde seguirá el accionar de la Iglesia. 

Creo que en vez de lamentarnos añorando tiempos pasados que no volverán, habría que adentrarse en una sintonía estrecha con el Espíritu que nos habla a través de los signos de los tiempos. El nos invita a buscar nuevas vertientes vocacionales para el pueblo de Dios, a través de las cuáles se mantenga el mandato de Cristo de anunciar su palabra, santificar a su pueblo y guiarle por este mundo hasta su encuentro con él, en el descanso, en la cohabitación del único rebaño y de la única Iglesia que componen todos aquellos que dicen sí a la oferta salvífica de Cristo Jesús.