Tiempo Pascual y  Pastoral

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Abril de este 2024 comienza con el tiempo pascual, la celebración de lo central de la fe que es la Resurrección, pues lo mismo, Pablo decía, que si Cristo no resucitó vacía es nuestra fe y nuestra predicación. Es el eje que articula la fe cristiana, pues creemos que si él resucitó, también nosotros resucitaremos. Es lo que engendra esperanza, lo que nos lanza a la misión y vivencia de la realidad plena del reino y a trabajar por el mismo en los diversos ámbitos en que se desenvuelve la vida de hoy o del mundo.

La Cuaresma es un tiempo litúrgico con una pastoral sumamente articulada, no así el tiempo de la Pascua. En los últimos tiempos es que se ha tomado conciencia de lo que ella entraña, y la búsqueda por encontrar y crear espacios y acontecimientos que la reflejen, por ejemplo están los famosos vía lucis y otras actividades más particulares y locales, pero en sí es mínimo todo lo que se realiza, es como si hayamos salidos muy cansados de tantas actividades y movidas de la cuaresma y la semana santa, que ya no podemos más.

Tal vez pensemos que esto sea lo propio de la Pascua, detenernos y contemplar al Resucitado, pues en sí hemos hecho grandes esfuerzos y sacrificios para llegar hasta acá, y lo propio sería tranquilizarnos, ver lo que hemos cosechado o en qué hemos logrado convertirnos de verdad o a qué nos invita todo el camino por el desierto cuaresmal hasta llegar acá, podrían ser estas las posibilidades más obvias, pero no.

Tal vez el evangelio de la Transfiguración (Mc 9,2-10; Mt 17,1-8 y Lc 9,28-36) que hemos leído el segundo domingo de Cuaresma, en este momento debería mejor ser leído y reflexionado, pues en ese pasaje lo que Jesús hace es mostrarse glorioso, celestial a semejanza de lo acontecido en la resurrección; los discípulos se sienten bien y ahí quieren quedarse, no hay por qué bajar del monte y salir del momento en que están. No hay para qué hacer nada, como ahora nosotros en la pascua, hemos hecho mucho y para que movernos. Estamos bien con todo lo que hemos celebrado y vivido, pero Jesús les despierta y les dice que hay que bajar del monte, hay que continuar la misión la tarea. Todavía no ha llegado la plenitud de la resurrección en nosotros, sí en Jesús, pero tras él la nuestra. Hay que continuar, pero ahí radica el problema pastoral. No sabemos cómo, tal vez queriendo hacer un calco al revés de la Cuaresma, cambiando el viacrucis por el vía lucis, y creo que hay que ir más allá.

Siempre que como Iglesia nos perdemos, hay que volver a las Sagradas Escrituras para encontrarnos. Ya el evangelio de la transfiguración nos da pistas, pero también los evangelios conocidos como de aparición, que están en los capítulos finales de los evangelios donde Jesús se le aparece a los discípulos y ellos viven la experiencia de la resurrección, que los transforma, los cambia y las palabras de Jesús dibujan el trayecto que hay que recorrer. 

Tal vez la cuaresma es un tiempo dirigido a esa recuperación nuestra personal, mediante el convertirnos de nuevo al Señor; la Pascua sería lanzarnos  nosotros como comunidad al mundo para anunciar con más convicción a Jesús, después de volvernos a encontrar con él y verle glorificado ante nosotros, sería la hora de salir y anunciarle, más que en Cuaresma, y hacerle presente mediante los signos sacramentales, de encuentro y comunión que él manifiesta. Tal vez por acá podríamos articular una serie de vivencias pascuales en este abril de la resurrección.