Al ver tu cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has fijado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él? ¿qué es el hijo de Adán para que cuides de él? Un poco inferior a un dios lo hiciste, lo coronaste de gloria y esplendor. (Salmo 8, 4-6).
San Agustín a estas palabras escribió un comentario: Dios no pudo crear al hombre más grande en su dignidad. No lo creó, porque no podía crear un segundo dios. Cada hombre es genial e invaluable ante los ojos de Dios. Cuando en la Biblia se habla de la dignidad, a veces como ejemplo, encontramos a los niños indefensos. Pero, solo es un sinónimo de todos los que parecen ser insignificantes.
Cada uno de nosotros puede “convertirse en un niño” que carece ayuda, o en un ángel defensor. ¿Cuál es el signo de la dignidad de estos “pequeños”? Es el cuidado de los ángeles. Y todos tenemos nuestro ángel. Los ángeles son perfectos, libres e inteligentes, obedientes a Dios y siempre cerca del hombre, dispuestos servirle o inspirarle. Su cuidado es directo o indirecto a través de las personas son ángeles visibles. Inspirados, son capaces dar la vida por defender la dignidad humana. Hay un gran campo de su misión. Es un niño en el útero, un niño con defectos genéticos, un hombre encadenado con una enfermedad incurable en la cama, un pobre, un sin hogar, un hermano haitiano abusado o tratado u juzgado injustamente, un empleado a quien se atribuye el robo sin ser verdad y muchos otros, considerados innecesarios o incluso inquietantes. Lamentablemente hay personas sin dignidad personal. Intentan desesperadamente elevar sus calificaciones a los ojos de los demás, lastimando y explotando a otros. Ellos también fueron creados por Dios, por lo tanto, sus ángeles piden misericordia para ellos.
Por otro lado, hay niños que intentan recoger su dignidad desde el momento de la concepción. Solo cuentan con decisiones de un parlamento, un ministro, una comisión de profesores de medicina o derecho, una asociación para algo o millonarios del negocio de aborto. Y eso significa que no cuentan con un hombre ni tienen derecho de un hombre. Desafortunadamente, en los debates bioéticos, muy a menudo el argumento no es quién es el hombre y cuando comienza a existir sino a que es útil para el hombre fuerte y poderos.
Y finalizando, no solo los niños “carecen dignidad”. Ellos pueden ser sus abusadores, cuando son abrazados y “cuidados” por adultos de manera egoísta. Su independencia y egocentrismo no les permiten aprender la responsabilidad y respeto por personas mayores u enfermas.
Gracias a Dios, nuestros ángeles visibles reclaman la dignidad de cada uno de ellos.
El Creador desde principio confió a los ángeles la tarea de proteger al hombre, pues lo creó a su imagen y semejanza. Dios merece la honra y gloria. Imploramos su intercesión en hónralo a través del respeto al indefenso, que es Su creación. Amén.