Febrero es un mes que aunque es corto en días, trae muchas celebraciones significativas para nosotros, tales como: el día de los enamorados o del amor y la amistad, el carnaval, el día de la Independencia y el Miércoles de Ceniza con el comienzo de la Cuaresma.
En otras ocasiones hemos hablado del carnaval y de la Independencia, al igual que de la Cuaresma, pero pocas veces hemos hablado del 14 de febrero, día del amor y la amistad y de los enamorados. Hablemos un poco de este día, ya que en este año coincide con el Miércoles de Ceniza, comienzo de la Cuaresma, y sobre esta, por el talante de fe y pastoral de esta publicación, tenemos algo qué decir sobre ella.
El día de San Valentín, como también se señala el 14 de febrero, se hace presente entre nosotros el día del amor y de la amistad, y de los enamorados. En sí la Iglesia eliminó desde hace mucho la celebración de este santo, ese día, pero se mantiene aún entre la gente, ya que mucho de su inspiración está en una serie de leyenda del conocido o de los conocidos San Valentín romano, donde todas las historias coinciden en que fue un personaje que se distinguió por su testimonio de amor en el sentido de las buenas obras, aunque la Iglesia en principio auspició esta celebración para contrarrestar celebraciones paganas del momento.
Hoy día esta celebración se vive prácticamente en todo el mundo, con diversos y diferentes matices, pero todos coinciden en acentuar el amor en pareja.
Es interesante como la Iglesia hizo de la celebración algo santo y sano a través de San Valentín, pero es una pena que hoy día prácticamente se banalice y se acentúe, como en todo en la actualidad, el carácter comercial y consumista que se da.
No estaría mal que se recupere pastoralmente esta celebración, acentuando lo positivo en torno al amor que tenía antes y lo nuevo que ahora conlleva, el celebrar la amistad y el amor en sí con todo lo que esta palabra implica, pero llevándola a recaer en el amor por excelencia que es Dios.
Recuerdo a Fray Máximo Rodríguez, recién fallecido, el cual en su parroquia celebraba una hermosa Eucaristía ese día, bien preparada y organizada a la cual asistían muchas parejas casadas y de novios, y para ellos se constituyó en una gran experiencia de fe ese día, más allá de lo civil y comercial.
Sobre la Cuaresma, esta vez nos llega bien temprano, parece que fue ahorita que celebramos la Navidad y dimos apertura al nuevo año. Todos sabemos lo que ella significa en el itinerario cristiano: es el camino hacia la Pascua, a la celebración del misterio pascual, la cumbre de nuestra fe, lo que da sentido a nuestra vida cristiana y a nuestra esperanza final.
Recordamos que no es un tiempo litúrgico en sí mismo, sino de preparación para la celebración, no solo de la Semana Santa, como muchos creen, sino de la muerte y resurrección de Cristo, nuestra muerte y resurrección.
Como es tiempo de preparación hay que hacer muchas cosas para prepararnos, en ese sentido cobran importancia todos los ejercicios de piedad y sacrificios que hacemos. Hay la necesidad de convertirse, de cambiar, de arrepentirse para poder celebrar y adentrarnos en la Pascua.
Hay que dejar atrás todo aquello que nos ha apartado de Cristo, de nuestros hermanos y de la Iglesia. Hay que volver al Señor, a los hombres y a la comunidad, hay que adentrarse en el desierto de nuestra existencia y nuestro mundo, y enfrentar nuestras tentaciones dominantes que nos hacen pecar, y pedir perdón por nuestros pecados.
Vivamos en amor y con amor este febrero 2024, y no tengamos miedo de adentrarnos en la Cuaresma de este año y prepararnos para recibir el amor eterno que es Cristo el resucitado.