Estaba en una celebración navideña, en eso llega un joven, novio de una de las presentes, y llama mi atención el hecho de ver al joven con una camisa manga larga, que se notaba a leguas muy fina y unos pantalones con el ruedo por encima de los tobillos, en otras palabras con unos, como se decía en mis años mozos: “pantalones brinca charcos”, y atuendo final, unos tenis al parecer bastante caros y sin media. Para mí la imagen no era dantesca, pero sí ridícula, pero lo interesante era cómo alababan al joven diciéndole lo bien vestido y a la moda que andaba. Pensé en mis adentros: o me estoy poniendo viejo y el ridículo soy yo, que no me adapto, pero algo no andaba bien.
Con aquella imagen en la cabeza seguí en los días posteriores, pensando y fijándome más en las nuevas modas, como los vestidos de harapos, la de los pantalones rotos y desgarrados, que me dijeron son más costosos que los enteros. Vi también cómo las mujeres se visten con unos vestidos bien estilizados, pero el calzado son unos tenis deportivos o de uso diario. Pero el colmo fue en una boda, donde la novia no llevaba zapatillas o zapatos femeninos como de costumbre, sino también: tenis.
Todo eso seguía en mi cabeza y recordé, cómo eso en otros tiempos era la forma en que andaban y vestían muchos pobres: pantalones rotos o remendados, brinca-charcos, pues pasaban de unos a otros y de año en año, ya que no se tenía dinero para comprar otro, y los tenis eran el calzado de muchos, pero el asunto era cómo muchos se burlaban de los que andaban vestidos así. Recuerdo que yo, que no era rico, recibí una vez bulling por unos pantalones brinca-charcos que tenía.
El pobre en ese entonces era objeto de burlas, por no estar a la altura del momento en el vestir. Se abstenían de participar en ciertos actos, pues no tenían la ropa adecuada para participar, pues no pasaban de atuendo rotos, remendados y de los tenis, y nadie quería ser objeto de burla, ni pasar o que lo llamasen ridículo. La sociedad como siempre se encargaba de marginarles. Sin embargo, como ya dijimos, esas son las modas de hoy, puede decir alguien en su ingenuidad: qué bien que esos estereotipos han sido superados, e incluso que son parte de este mundo inclusivo de hoy, pero la realidad es que al pobre se le sigue excluyendo de la vida de la moda, ya que el costo de este tipo de ropa y de los tenis, son tan caros que el pobre que antes por necesidad lo exhibía, ahora no puede porque no tiene poder adquisitivo para ellos.
Si anteriormente la sociedad de ayer se burlaba del pobre por su manera y forma de vestir, hoy lo sigue haciendo, pues en un mundo que no encuentra qué inventar, se reinventa la ridiculez del desgarbo y la miseria, haciéndola patrimonio de los ricos e inalcanzable para los pobres.
Anteriormente un pobre no podía acceder al tipo de ropa de moda que vestían los ricos y andaba con sus harapos, hoy día el rico anda con harapos que no pueden adquirir los pobres. La burla continúa, la moda sigue su trayecto, no le importa la burla, ni el ridículo, solo entretener y envilecer al ser humano, pues a fin de cuentas, los trapos no son los que cuentan, pertenecen a la cultura, y en esta cultura consumista, se hace y se vende todo solo por beneficio y apariencia, aunque se haga el ridículo.