Noche de paz, noche de amor, todo duerme en derredor. Entre sus astros que esparcen su luz, brilla anunciando al niñito Jesús, brilla la estrella de paz.
Así resonó esta hermosa canción el 24 de diciembre de 1818. Esa Noche de Paz que se ha cantado en más de 300 idiomas, es como un himno universal, que encierra en sus letras uno de los anhelos más profundos de los seres humanos, tener el derecho de vivir en paz.
Pero la realidad es diferente, y como dijo el Papa Francisco, estamos inmersos en una Tercera Guerra Mundial, que se está librando
a pedazos. Siria, Sudán del Sur, Ucrania, y el más reciente conflicto israelí-palestino, conmueve al mundo. El horror que se vive en esos lugares hiere el alma de todos los que aman la vida.
Nos duele ver cómo en “esta época, que se jacta de poseer la energía atómica siga viendo la guerra como un medio apto para resarcir el derecho violado. Olvidamos que la guerra es un flagelo, y no representa jamás un medio idóneo para resolver los problemas que surgen entre las naciones. No ha sido nunca y no lo será jamás, porque genera nuevos y más complejos conflictos.
Parece que olvidamos lo que nos decía el Papa Pío XII: Nada se pierde con la paz; todo puede perderse con la guerra, y Juan Pablo II proclamaba: “La guerra es en definitiva el fracaso de todo auténtico humanismo, siempre es una derrota de la humanidad.
Estas verdades contenidas en el número 497 del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nos reflejan con claridad meridiana lo inútil del uso de la violencia para dirimir las diferencias entre losseres humanos.
No perdamos la esperanza de que un día llegará la paz. Comencemos a vivirla en todos nuestros espacios. A practicarla en las acciones más pequeñas de cada día. Recordemos siempre la sentencia del Papa Pablo VI en su discurso ante las Naciones Unidas, en octubre de 1965, cuando nos dijo: Nunca más los uno contra los otros. ¡Nunca más! ¡Nunca más la guerra!
Elevemos una oración por la paz. ¡Feliz Navidad!