El Adviento habla sobre la doble venida de Cristo. En la primera y segunda llegada diremos mientras salimos con los ángeles al encuentro del Señor: “Bendito el que viene en el nombre del Señor”.
Excepto los domingos y solemnidades, se celebra la Santa Misa votiva de la Santísima Virgen María que nos trajo al Señor al mundo.
En Polonia es llamada “Rorate”. Las “Rorate” se celebran antes del amanecer y enfatizan la singularidad de este período. El nombre proviene de la canción gregoriana de Adviento, que comienza con las palabras “Rorate caeli desuper”, “Destilen cielos el rocío”. Habla cómo la creación de Dios alaba a Dios con su belleza, especialmente el cielo.
Esta Misa Rorate es un signo especial de la presencia de María durante el Adviento, porque ella estaba esperando al Mesías de una manera especial: “He aquí, Dios envió al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón llamado José, de la casa de David, y su nombre era María. El ángel se acercó a ella y le dijo: “Ave, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres” (Lucas 1,26-28).
El ángel le dice a María que Dios la ha elegido para ser Madre del Hijo de Dios, que tomará carne de ella y se hará hombre. María acoge la palabra de Dios, la considera, cree en el mensaje que contiene, se somete a la potencia del Espíritu de Dios y se pone enteramente a disposición de Dios: “He aquí, soy la esclava del Señor; hágase en mí conforme a tu palabra” (Lucas 1,38).
Recordemos que Dios pudo haber comunicado su voluntad a María directamente, pero lo hizo a través del ministerio de un ángel. En esto reveló su sabiduría y omnipotencia. Dios nos da a cada uno de nosotros su voluntad e inspiraciones a través de nuestro Ángel de la Guarda. Cuando el Hijo de Dios habitó bajo el Inmaculado Corazón de María, los ángeles lo adoraron y honraron en María, su Madre.
Como hija del pueblo elegido, ella, junto con todas las generaciones, esperó su venida. Esta vez, espera con toda la Iglesia la segunda venida del Cristo glorioso, y al reinar en el cielo con él, apoya a la Iglesia en su expectativa del día final.
Ángeles de Dios, sosténgannos en nuestra espera gozosa de la venida del Señor, protéjannos de todas las trampas de este mundo que nos adormecen, especialmente cuando dejamos de velar. También encomendamos a su protección a nuestros obispos, en especial a nuestro nuevo arzobispo Monseñor Héctor Rafael Rodríguez y a Monseñor Tomás Morel Diplán en su nueva misión. Amén.