Cuando se habla de sostenibilidad siempre vienen a mi mente los pescadores domésticos de los Manglares de Estero Balsa, en Manzanillo. Entre ellos se encuentra José Sosa, Cheche.
Cheche se aposta justo en la riada que sale del manglar hacia mar abierto. Allí ha visto pasar 76 de sus 90 años.
Desde su barquita de colores vivos, Cheche pesca lo que consume, no aspira a más, porque: “ya tuve mi tiempo. Aquí saqué dos pargos de 50 libras – le brillan los ojos – y un tiburón de 110 libras, “Un quintal de peje”
Cheche respeta las vedas y es la mano alzada que saludó por décadas a los visitantes de esa zona costera.
Vive con su esposa Demetria, que cuenta 80 años de edad. Procrearon cuatro hijos. Una familia cuyo sustento fue la labor de pesca de Cheche.
“Doce centavos. Si señor, doce centavos la libra. A ese precio vendí por mucho tiempo lo que pescaba. Pero se vivía. El mar nunca se negó”
Ya está cansado y los períodos de pesca son cada vez menores, pero ha sido una figura emblemática de Manzanillo, tanto que fue elegido tesorero de la Asociación de pescadores Guardianes de la Bahía.
La historia de este hombre está tejida con sedal y anzuelo, sonrisas y la paciencia propia de los hombres de mar.