Por: José Jordi Veras Rodríguez

Desde finales de la década de los ochenta, hemos estado escu­chando del narcotráfico, y en ese tiempo se establecía que éramos sólo un pun­to de tra­siego, o puente. 

Pasado el tiempo ya no podemos decir que somos solo puente, sino que aquí se que­da, se negocia mucha droga y ahora tenemos muchos más puntos de drogas que los que había en los 80. 

 Ahora bien, ¿qué ha provocado todo este cambio? ¿Por qué en nuestro Santiago se está dando un incremento de la delincuencia y el crimen organizado? Además de que la droga ya es un objeto de pago y mercancía para realizar trabajos de sicarios, y de bandas. 

Ya la inseguridad no solo la reciben los barrios, sino todos los demás sectores socia­les. No importa dónde se esté viviendo.  An­tes, los barrios tenían los clubes que servían como frente a todos los problemas que surgían, así como los conflictos por variados que fueran. Hoy, ya no existen, y esto se ha notado a nivel social. 

 Es que nuestra Ciudad, a diferencia de otros lugares del país, resulta más atractiva, por su nivel de economía, y su creci­miento poblacional. 

Hace poco, la socióloga, Tahira Var­gas, expresó sobre nuestro Santiago y el Cibao, lo siguiente: “Santiago es un punto importante para el narcotráfico, ya que, además de estar en el centro del país, sirve como camuflaje para los delincuentes, por los niveles de prosperidad que exhibe la provincia”.

“En Santiago existe mucho movimiento de gente que ha logrado mucho dinero y que se puede ubicar en mu­chas zonas del Cibao, de manera de que pueden pasar inadvertido.

Es una zona de mucha producción agrícola, se mueve mucho dinero y en el Cibao hay mucha ins­talación de personas, porque hay una mezcla”.

Estas declaraciones no tienen desperdicios, y deben los organismos de inteligencia y de persecución y hasta los sectores de producción, tomarlas en consideración, para cui­darse de todo el capital que pueda insertarse en los negocios tradicionales, o de capital con credibilidad.

Todo lo anterior, tiene su sentido, y puede dar alguna explicación de la realidad que hoy estamos viviendo los muníci­pes de Santiago y  del  Cibao, y el por qué estamos resultando tan apetecibles para el crimen organizado.