Nuestra política partidista, internamente, entra en una etapa crucial. Es común que los candidatos mencionen a Dios en sus discursos. Muchos lo harán por convicción y buena fe, otros no. Cuando los escucho me pregunto, sean o no católicos o cristianos: ¿acaso saben lo que piensa el papa Francisco sobre la política? 

El papa Francisco, con agradable frecuencia, nos impacta con sus reflexiones. Sabe lo que debe hacer y decir. Es un obispo de Roma que ríe y llora, compasivo y enérgico cuando es necesario, claro cuando habla, no tiene ínfulas de grandeza.

También conoce al ser humano, con sus luces y sombras y entiende al mundo, con sus complejidades políticas, económicas e ideológicas. Se ha dirigido los políticos y a la actitud de la ciudadanía frente a ellos. De igual manera, motiva a los cristianos a participar en la política. Les presento algunas de sus exhortaciones.


“¡No se puede gobernar sin amor al pueblo y sin humildad! Y cada hombre, cada mujer que debe tomar posesión de un servicio público, debe hacerse estas dos preguntas: ‘¿Amo yo a mi pueblo, para servirle mejor? ¿Soy humilde y escucho a los otros, los diferentes puntos de vista, para elegir el mejor camino?’. Si no se hacen estas preguntas, su gobierno no va a ser bueno. El gobernante, hombre o mujer, que ama a su pueblo es un hombre y una mujer humilde”.

“Ninguno de nosotros puede decir: ‘Pero yo no tengo nada que ver con esto, ellos son los que gobiernan…’. No, no, yo soy responsable de su gobierno y tengo que hacer lo mejor para que gobiernen bien y debo hacer lo mejor por participar en la política como pueda”.


“La política -dice la Doctrina Social de la Iglesia- es una de las formas más elevadas de la caridad, ya que es servir el bien común. Yo no puedo lavarme las manos, ¿eh? ¡Todos tenemos que dar algo!”.  “Y si tantas veces hemos oído: ‘un buen católico no debe inmiscuirse en la política’ esto no es cierto, esa no es una buena vía”.

“Demos lo mejor de nosotros mismos, ideas, sugerencias, lo mejor; pero sobre todo lo mejor es la oración. Oremos por los gobernantes, para que gobiernen bien, para que lleven a nuestro país, a nuestra nación hacia adelante y también al mundo, que haya paz y bien común”.

Ojalá estos mensajes lleguen a los políticos, estén o no en campaña. Son una invitación a servir desde el poder y a ser activos en esa noble tarea. Ojalá cuando los políticos pronuncien el nombre de Dios en sus discursos a la vez sea porque asimilaron las sabias palabras del Santo Padre.