Los hechos violentos que están ocurriendo en los centros educativos nos llenan de espanto. La frecuencia de estos actos vandálicos deben ponernos en alerta. Estamos frente a un nuevo fenómeno social que vislumbra días muy grises para la sociedad dominicana.
Cómo explicar que en el presente año escolar se han registrado más de 20 mil casos de violencia entre estudiantes. Este dato ofrecido por el Ministerio de Educación es alarmante y peligroso.
¿Cómo hemos llegado a estos niveles de intolerancia y violencia desbordada?
Desde que la familia dejó atrás su función de forjadoras de personas honestas, respetuosas, trabajadores y con vocación de servicio.
Desde que muchos padres y madres dejaron de ser modelos y referentes para sus hijos, convirtiéndose en los primeros en llevar una vida divorciada de los principios que dan sentido a la vida.
Desde que muchos miembros de la clase política hicieron de esta ciencia un trampolín hacia la corrupción y el engaño.
Desde que en muchos medios de comunicación dieron cabida a la vulgaridad y fomento al irrespeto.
Desde que algunos, que se llaman artistas, llenaron las redes sociales de inmundicia y promoción de drogas, chabacanería y otros estilos de vida que han hecho de muchos jóvenes guiñapos humanos.
Desde que las consecuencias para los violadores de la ley se vistió de impunidad, y por eso hoy estamos cosechando los frutos de esta siembra perversa.
Ya es hora de construir una escuela nueva, de donde surja el ser humano solidario, que siente las bases de una cultura de paz, con una visión de futuro esperanzador.
Se hace urgente buscar la medicina que sane la escuela dominicana.
Todavía estamos a tiempo.