La palabra ¨pequeños¨ en el lenguaje bíblico no se refiere sólo a los niños, sino también a las personas pobres, aún no cimentadas en la fe y, por tanto, particularmente expuestas a la pérdida de la fe a causa de uno u otro escándalo. En la antigüedad, no sólo los pastores de las comunidades cristianas, sino también la comunidad entera tenía el deber de compartir esta preocupación. No estaba permitido que, por culpa del pastor o de cualquier miembro de la comunidad, el pequeño se escandalizara y abandonara la Iglesia.
En comparación con las enseñanzas de la antigua tradición judía y rabínica, donde los ángeles no podían ver el rostro de Dios, los Ángeles Custodios de estos pequeños tienen el privilegio de contemplar siempre el rostro del Padre Celestial. Y no solo contemplan el rostro del Padre Celestial, sino que también ministran a los pequeños que pertenecen a Cristo y los acompañan en cada paso. Así, este hombre se sumerge en la esfera de lo sobrenatural y sagrado.
El escándalo con los pequeños es un terrible crimen espiritual. El Catecismo de la Iglesia Católica lo afirma en los números 2284 y 2285. Además, ya hace 100 años el bienaventurado Bronislao advertía:
¨La mente de un niño es como una página en blanco, sin escribir, sensible y atormentadora como la cera. Lo que le damos, lo exprime fácilmente y se queda durante años, y a menudo incluso para siempre…¨
Hoy, si no de palabra, pues con el hecho, el grito de los incrédulos se escucha en todo el mundo: ¡abajo toda religión, abajo la fe en Dios! ¡Saquen toda religión de la escuela! ¡Destruyen la Iglesia, destruyen las religiones! En su lugar, pongamos una nueva religión en la que el hombre mismo sea Dios.
De todas partes escuchamos fuertes quejas de que algo anda mal, que en el mundo tenemos muchos suicidios, que hay demasiadas hipocresías y mentiras, que se han arraigado entre nosotros costumbres puramente paganas y la gente pregunta cuál es la causa raíz de esto.
Respondemos: ¨la razón radica en los ideales paganos, que se introducen en grandes dosis a la juventud que estudia. Después de todo, las personas que dirigen la sociedad actual y sus antepasados alguna vez fueron educados en modelos paganos¨.
El beato Bronislao Markiewicz consideraba que el humanismo pagano era el peor enemigo y le temía más que a aquellos que habían deteriorado la patria. Estos últimos, dijo, sólo descuartizaron el cuerpo, mientras que los humanistas paganos quieren matar el espíritu, quieren envenenarlo con filosofías impías, a partir de las cuales se volvieron perversas las naciones más fuertes de la antigüedad.
Después de cien años de esta advertencia del Beato Bronislao, los enemigos de estos falsos ideales siguen vivos y activos. Además, tienen herramientas de combate más perfectas: radio, televisión, Internet, prensa, millones de libros, sembrando el odio hacia Dios, sus mandamientos y la Santa Iglesia. Como ejemplo, basta citar El Código Da Vinci, donde los autores del libro y la película no se preocupan por la verdad histórica y ni siquiera por la fantasía.
Esto es, de principio a fin, propaganda negativa. Su odio, en última instancia, se dirige contra el hombre, porque la Redención del hombre por el Dios viviente despierta el mayor temor y disgusto de Satanás. Por eso, de inspiración satánica, surgió ya en los primeros siglos del cristianismo una dirección cuasi-religiosa llamada gnosticismo, cuyo objetivo eterno es falsificar, profanar y burlarse del Evangelio, luchar contra Jesucristo y destruir su Iglesia. Propone vivir libremente y ser feliz, sin Dios, sin autoridades, sin principios morales, sin exigirnos a nosotros mismos.
Para sucumbir a este tipo de delirio tóxico, los jóvenes son ayudados por adultos cínicos que intentan hacer una fortuna con las debilidades e ingenuidades de niños, vendiéndoles alcohol, drogas, cigarrillos, pornografía, películas violentas y revistas envenenadas, animándolos a seguir el placer y tolerar todo. Especialmente, tolerar el mal.
¨Santos Ángeles, que miran constantemente el rostro del Padre Celestial, protéjannos de todo lo que menosprecia nuestra dignidad de hijos de Dios y amenaza nuestra salvación eterna. Amén¨.