- Los aplausos se desintegran al segundo canto del gallo. El desplome golpea al que jura que las hojas de laurel jamás se marchitan y las aureolas no se ausentan. El alborozo varía al compás de un maullido y se esfuma con un suspiro del azar. El buen vino muere al ser bebido y si queda intacto por igual queda vencido. Todo es pasajero, veleidades del tiempo y del espacio.
- Confío en ti, sin apartar precaución sobre tu bondad o malicia. Si yerro evaluando dos o tres de tus semejantes, comprensión tendré con ellos, conmigo y hasta contigo. Conducta no habrá que abrir mi pecho aleje o impida alimentar a quien justicia requiera. Si pierdo algunas monedas, me desilusionan o traicionan por pensar y actuar así, apacible posará en mi conciencia, como razonable pago por la felicidad sentida al creer en ti.
- Encadena agravios, recibidos y dados, échalos por la borda de tu corazón a insondables océanos.
Los ultrajes que te marcaron o lanzaste hiriendo al prójimo, ya esclavos en las profundidades, liberan tu conciencia y aclaran tu luz.
- Servirte, prójimo: ¿debo retribuirte? Entregarme a ti me enriquece. Tu felicidad desborda la magnitud de la mía. Tu agradecimiento engrandece mi júbilo. Es como si yo, por medio de ti, me ayudara. ¿Puede existir el egoísmo sano?
- No destierres tu dignidad, inclinándote ante su silueta. Su presencia gigante no es, enana la vemos y sentimos. Distinto a ti, ciegos y sedados no estamos.
- Cumplo, no para complacerte, me veas gracioso y la sociedad elogie. Cumplo, en silencio, sin terceros testigos, lejos de luces y atención, henchido de convicción, porque debo y siento; responsabilidad inherente a mi ser. Cumplo, erguido, sean limitados o infinitos mis pasos. Cumplo, cuando, sin coro, el bien lo reclama.
- La mesita de noche es un espejo; tu piel, papiro; tu interior, pluma. El abecedario que palpas o retratas no enseña, define.
- Batallas estériles: ímpetus desangran, juicios anulan. Duelo, pasos del uno al diez, dos caídos, nadie celebra. ¿Para qué desenvainar espadas o profanar con pólvora? Camina desnudo de armadura y espalda liviana. Aléjate cuando vibren los labios del trompetista desafinado. Regresa cuando la sintonía atiborre cada murmullo. Sin nada qué defender, pasividad es sabiduría; victoria, paz.
- Recorres tristezas y enfrente está la posada de la alegría. Te vistes de espigas y la seda está en el viento. Tu imperio es lamento, agonía de cobarde guerrero. Dale vida a las rocas de tu río y alas a tus algas. Libérate de marcos y fronteras, laberintos y madrigueras. Tu lúgubre jaula, pintada de llanto, albergue de punzantes y resbaladizas piedras, sin centinelas ni muros, observa: abierta está.