Por: Zoraida Burgos Veras
“No tengo derecho a juzgar la vida de los otros. Sólo debo juzgarme a mí mismo y elegir o rechazar en función de mi persona” (Hermann Hesse). Partiendo de la frase de este escritor, poeta, novelista y pintor alemán podemos decir tanto, sin embargo, hasta ese decir nos pondría en una posición un poco injusta, porque en ese sentido también estaríamos juzgando. Pero, esa no es nuestra intención, solo queremos aprovechar este tiempo de cuaresma, que ya termina, para reflexionar sobre nuestro actuar en el día a día. Hacer nuestra la palabra de Dios que es donde encontramos respuestas a cualquier pregunta o confusión sobre la manera en que podemos actuar.
En las últimas semanas hemos estado viendo noticias de personas que no han actuado en forma correcta, sobre todo porque se entiende que son personas que deben ser ejemplo a seguir, modelo de conductas y posturas correctas. A partir de esas noticias he escuchado por doquier que me muevo hablar sobre esos hechos. Interesante es notar la forma como se dicen que ocurrió cada acontecimiento y la forma como deben ser juzgadas cada una de esas personas. Las condenamos, las señalamos, las juzgamos.
La respuesta a esta forma de actuar, señalando la conducta de otros, la encontramos en Juan 8:3-11 que dice: “Los escribas y los fariseos trajeron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio. Y en la ley, Moisés nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres; tú, pues, ¿qué dices? Decían esto, probándole, para tener de qué acusarle. Pero Jesús se inclinó y con el dedo escribía en la tierra. Pero como insistían en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en tirarle una piedra. E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Pero al oír ellos se fueron retirando uno a uno comenzando por los de mayor edad, y dejaron solo a Jesús y a la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, le dijo: Mujer, ¿dónde están ellos? ¿Ninguno te ha condenado? Y ella respondió: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Yo tampoco te condeno. Vete; desde ahora no peques más”. Si prestamos atención a las Sagradas Escrituras y sobre todo si las ponemos en práctica fuéramos más justos al momento de dar una opinión. Es importante entender que detrás de un acto de violencia, de violación, de maltrato hay una persona que en algún momento fue víctima de violencia, de violación y de maltrato. Con esto no justifico esos actos, al contrario. Lo que digo es que al momento de emitir un comentario debemos tener cuidado.
Para concluir quiero destacar que antes de señalar y convertirnos en jueces de los demás tratemos de comprender qué podría haber llevado a esa persona a cometer ese acto. Pedir a Dios por esas personas y de alguna forma ser empáticos colocándonos en el lugar del otro para poder sentir de alguna forma lo que el otro siente. Evitemos tirar la piedra al que falta, miremos en nuestro interior y busquemos cambiar primero desde el espacio que nos ha tocado, procuremos seguir el modelo de Jesús y por qué no también ser modelo para los demás.