En este año dedicado por nuestra Iglesia a la honestidad, nos llega el mes de febrero, con sus aires carnavalescos, su fuerte acento en la Pa­tria y el comienzo del desierto cuaresmal por nosotros los cristianos. 

Otro mes en el cual el Señor nos invita a seguir con la propaga­ción de su reino en nuestras comunidades, como la misión esencial que siempre hemos de recordar en nuestro quehacer pastoral y como Iglesia: instrumento al servicio del reino.

Sería bueno que en esta ocasión los detractores nuestros del carna­val, se dejaran de de­nuncias infernales contra este evento cultural, el cual se ha transformado lamentablemente en una pieza más del sistema consumista que nos arropa, y buscára­mos alternativas para salvar culturalmente, junto a intelectuales nuestros de buena vo­lun­tad, este evento que se nos ha robado. 

Recuerdo que en el octubre pasado se hizo viral en las redes una alternativa de un colegio en España, ante la importación de la celebración del “hallowen”, y era que en vez de disfrazarse de demonio o mascaradas de terror y muerte, los niños se disfrazaban de santos.

No digo que haga­mos los mismo, pues ese no es el sentido del carnaval, sino que se busquen las formas y maneras de recuperar esta celebración cultural y no sea lo que hoy es: un momento de chercha, acompañado de una gran bebedera y propiciador de actos contra la moral y las buenas costumbres.

Sobre lo relativo a la patria, tenemos que dar­le más sentido a esta celebración, que desde estudiantes solo se veía bien como un día libre del mes, y algunos así lo siguen viendo.

El 27 de Febrero es el día de nuestra sobe­ranía, de nuestra entrada al mundo como na­ción, de nuestro caminar como pueblo identificado en medio del mundo; hoy estamos gozando de una posición privilegiada a nivel mundial, pues se nos conoce y visita por nuestras playas, hospitalidad, nuestros pelote­ros, artistas y creci­miento económico, pero creo que en nombre de la Patria podemos dar más en otros campos como en el de la educa­ción y la ciencia. Ojalá que más adelante, si trabajamos en esa línea, de nuestra nación surjan hombres y mujeres que por una sólida formación y educación cultivadora de grandes inte­ligencias a todos los ni­veles, surjan científicos que aporten al mundo en el campo de la salud, de la preservación del Planeta, la literatura, de la conquista del espacio y más.

Y llega de nuevo la Cuaresma, tiempo fuer­te para el creyente como se le conoce. En este año la misma unida al valor de la honestidad, invitado a cultivarse y hacer ver dentro de ­nuestro Plan Nacional de Pastoral, con su llamado a la conversión, nos invita a reconocer nuestros actos corruptos y deshonestos, aunque nos duelan, y cambiar, convertirnos de verdad, dejar que surja ese ser humano honesto que por la gracia del Espí­ritu hay en nosotros, que no tengamos miedo de renunciar a nuestra antigua vida de pecado en deshonestidad, y abracemos la invitación a ser nuevas criaturas de Dios por el aconteci­miento de la pascua. 

Nuestra patria re­quiere de hombres se­rios que estén dispues­tos a hacer de la hones­tidad una cultura, y no como lamentablemente hemos hecho de la co­rrupción una cultura; el cambio, la transformación es posible, este es un buen momento que nos regala el Señor, no tengamos miedo de adentrarnos al desierto cuaresmal, reconocer nuestras deshonestida­des y convertirnos de corazón… El Señor nos acompañe en este fe­brero y siempre.

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