El pasado 26 de enero los dominicanos nos llenamos de alegría al recordar el natalicio de Juan Pablo Duarte, uno de los hombres más íntegros que ha nacido en esta amada Patria. Su vida es un estandarte de entrega, honestidad y sacrificio en busca de la libertad.
Es un modelo a seguir, especialmente para los jóvenes, en un momento de nuestra historia en que muchos han errado el camino a seguir para alcanzar su desarrollo integral.
Qué falta hace que este segmento de la población escuchara a Duarte cuando le decía a los jóvenes de su época: “Seguid, jóvenes amigos, dulce esperanza de la patria mía, seguid con tesón y ardor en la hermosa carrera que habéis emprendido y alcanzad la gloria de dar cima a la grandiosa obra de nuestra regeneración política, de nuestra independencia nacional, única garantía de las libertades patrias”
Ese pensamiento tiene vigencia hoy, porque necesitamos una regeneración política para trabajar por el bien común, en vez de pensar en intereses particulares y grupales. Es el mejor homenaje que podemos ofrecer al forjador de nuestra nacionalidad. También apoyar a los jóvenes en sus bellos anhelos de ser útiles a la sociedad, teniendo ideales nobles, y evitando así ser indiferentes frente a los que sufren.
Ya el Papa Francisco nos adelanta sobre este peligro cuando les dice: “Cuidado, que la enfermedad de la indiferencia en los jóvenes es más peligrosa que el cáncer. ¡Por favor tengan cuidado! Hemos aprendido que la miseria humana no es un destino que toca a algunos desdichados, sino casi siempre fruto de injusticias que hay que erradicar”.
Esperamos que el día de Duarte, y el de la Juventud, que celebraremos el próximo 31 en honor a Don Bosco, marquen la ruta a seguir por nuestros jóvenes, que buscan ansiosos su felicidad.