En aquellos días, Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios. En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Predicaron en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquía, de donde los habían enviado, con la gracia de Dios, a la misión que acababan de cumplir. Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe. (Hechos de los apóstoles 14, 21b-27)
Nos encontramos a Pablo y Bernabé haciendo el camino de regreso después de su primer viaje misionero. La Antioquía que aquí se menciona como punto de llegada es la de Siria; no la de Pisidia, de la cual tuvieron que salir huyendo según el relato del domingo pasado. Como se nota en el texto, Lucas, posible autor de Hechos, es bastante parco en su narración. Unos cuantos detalles sobre el carácter y el éxito de la misión, nada más. Eso sí, sorprende que diga que los dos misioneros vuelven a las ciudades de donde habían sido expulsados. Parece que los desencuentros del pasado fue cosa del momento. Muestra también algo muy típico de Pablo: dar seguimiento a las comunidades que ha fundado. Le importaba su desarrollo y maduración. Solía hacerlo personalmente, a través de emisarios o por cartas. A su paso, dice el texto, los animaba y exhortaba a perseverar en la fe.
Hay que recalcar que su viaje de regreso tiene como punto final Antioquía de Siria, “de donde los habían enviado”. Esto muestra que la misión que acababan de completar la llevaron a cabo como miembros y en nombre de aquella Iglesia. El informe que dan a su llegada subraya que todo lo realizado era obra de Dios y que era el mismo Dios quien había dispuesto las cosas para que los gentiles se abrieran a la fe. La misión entre los gentiles no fue una acción caprichosa por parte de Pablo y su equipo misionero. Con esa nota el autor pone en evidencia que se ha iniciado una nueva fase en el movimiento cristiano, que repercutirá en la transformación de su identidad. La “secta mesiánica”, nacida en el seno del judaísmo jerosolimitano del siglo I, se abría al mundo pagano. En ese desarrollo jugó un papel muy importante la comunidad de Antioquía. ¿Qué podemos decir de ella?
Antioquía fue una de las cinco grandes Iglesias de la antigüedad, junto con Jerusalén, Alejandría, Éfeso y Roma. El libro de Hechos de los Apóstoles relaciona su surgimiento con la dispersión de los creyentes perseguidos en Jerusalén. Era la ciudad más importante de la región, su capital política y cultural. Desde allí el Imperio romano controlaba la seguridad de su franja oriental. Después de Roma y Alejandría era la ciudad más populosa del Imperio. Pronto se convertiría en una especie de base misionera para el cristianismo naciente. Hemos visto cómo Pablo y Bernabé salen de allí a su primera misión y regresan dando informe sobre lo sucedido.
En Antioquía encontró el movimiento mesiánico de Jesús un terreno fértil para su expansión. Era uno de los lugares donde habitaban más “temerosos de Dios”, gentiles que simpatizaban por la religión judía y que muy probablemente se integraban en actividades de la sinagoga, pero que aún no habían dado el paso a la circuncisión, práctica que los haría plenamente miembro de la comunidad judía. Estos “simpatizantes” del Dios judío serían los que más miembros aportarían al cristianismo naciente. No es descabellado imaginar que un buen número de gentiles antioquenos, simpatizantes del judaísmo, se hicieran creyentes en Jesús y entraran a formar parte de la nueva secta. El hecho de que no se le exigiera la circuncisión para entrar a formar parte de pleno derecho en el grupo facilitaría las cosas. Esa “captación” de “adoradores de Dios” sería uno de los asuntos que más conflicto generaría con los judíos.
Todo parece indicar que en sus orígenes el gran pilar de la comunidad cristiana de Antioquía fue Bernabé. En el texto de hoy nos lo encontramos junto con Pablo en aquel primer viaje misionero de ida y vuelta. Es posible que cuando Pablo tuvo su conversión, y se adhirió a la Iglesia antioquena, ya Bernabé estuviera allí. Según el relato de Hechos, fue Bernabé quien introdujo a Pablo, y acabó con toda sospecha, cuando éste se presentó por primera vez, después de su conversión, a los discípulos de Jerusalén (Hch 9, 26-27). Bernabé también es mencionado como uno de los dirigentes de la comunidad de Antioquía en 13,1-2. Quizás todavía hoy no tengamos claro la valía de este hombre para el surgimiento y desarrollo del cristianismo primitivo, al menos en la Iglesia antioquena.
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