Catequista y misionera
Eldia es uno de los frutos cosechados de la escuela de formación que iniciaron los padres Misioneros del Sagrado Corazón, Msc, cuando llegaron a Santiago en la década del 40.
Un buen día, el Padre Fortín, que volvía de una visita a los enfermos del hospital de Santiago, trajo a los aspirantes a catequistas un pedido, una súplica, que le hizo un señor que vivía en El Cerrazo desde el año 1926, cerca del Pico Duarte y se llamaba Ramón Emilio Almonte (Milo).
En la reunión de aspirantes a catequistas el Padre Fortín transmitió la petición que le había hecho don Milo: de una joven que quisiera irse a esa tierra tan lejana, donde no había nada de nada, a alfabetizar, educar y catequizar a los niños y niñas que no tenían a nadie que les enseñara algo. Allí no había ni escuela, ni iglesia, ni nada parecido.
El pedido que hacía don Milo impactó en el grupo de catequistas y la pregunta del Padre Fortín de quién se ofrecía para ir al Cerrazo, quedó sin respuesta durante un largo rato, hasta que finalmente se levantó, muy tímidamente, la más joven del grupo, Eldia, con sus 20 años. Levantó la mano porque nadie la levantaba.
Es así como finalmente Eldia empieza a dar los primeros pasos para realizar ese desafío misionero: hablar con la familia, hacer los preparativos de lugar, hasta que un día, el Padre René y el Padre Fortín la fueron a buscar a Licey y la acompañaron y condujeron lo más lejos que pudieron. En un campo de San José de las Matas que se llama Pedregal, los estaba esperando don Milo para llevar a Eldia a su desconocido campo de misión, que quedaba a cuatro o cinco días de camino a caballo o “en el burrito de San Fernando: un rato a pie y el otro andando”, cruzando el Río Jagua y subiendo lomas.
Al cuarto día de viaje, el 28 de febrero de 1941, Eldia llegó al Cerrazo, con don Milo, cuando caía la tarde. Salió a recibirla doña Genoveva (Veva) rodeada de sus primeros seis hijos, que con voz dulce y cariñosa le dijo: “Eldia, entra en tu casa, yo seré tu compañera junto a mis hijos, que serán tus alumnos: María, Antonia, Germán, Mercedes, Minerva y Milito. Tú estás muy lejos de tu familia, pero estás cerca de Dios”. Eldia no ha olvidado nunca estas palabras de doña Veva.
En el pequeño y lejano caserío del Cerrazo vivía la familia Almonte desde el año 1926. Don milo y doña Veva habían contraído matrimonio el 30 de agosto de 1930. Había unas nueve casas más, con gente que llegaron a esas tierras como colonizadores, para empezar a cultivarlas y vivir trabajosamente de ellas.
Como no había nada, al llegar Eldia empezaron por organizar un aula para alfabetizar, en un local que tenía don Milo para almacenar el café, donde la señorita Eldia enseñaría todo lo que había aprendido en la escuela técnica de Santiago y serviría de enfermera, partera, consejera… y terminó teniendo tres tandas: una de 8 a 11 de la mañana, otra de 2 a 4 de la tarde y la tercera de 7 a 9 de la noche para los adultos del caserío.
En 1963, Eldia bajó de la Sierra para acompañar a su madre que había enviudado. Fundó en su vecindario de Licey Arriba, la Asociación de la “Buena Madre”, el 21 de mayo de 1970 con el apoyo de un grupo de vecinas y vecinos y sus hijos espirituales desde los Estados Unidos. Eldia siguió siendo catequista, enfermera, consejera…, llevando el pan, la medicina, la ropa, la cama, las sillas de ruedas, etc. a quien lo necesitara, hasta el día de hoy.
Falleció la madrugada del 8 de enero del 2022 en Santiago. Paz a su alma.
-Texto tomado del folleto ¨Eldia Taveras Catequista y Misionera¨ de Darío Taveras, msc.
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