Existe un relato del jesuita Hedwig Lewis, sj que puede ayudarnos a comprender un poco qué es la Navidad. Navidad es el misterio del amor de Dios encarnado. Un Dios que se encarna, que se hace próximo a nosotros, es más, que se hace nuestro prójimo y, como tal, está con nosotros en las buenas y en las malas, en los momentos difíciles y en los alegres. Y, más aún, los padece con nosotros.

A los católicos con frecuencia la gente común nos critica, diciendo: no se nota la alegría del amor en nuestras vidas. Sin embargo, es el amor el que nos ha generado. Ya no podemos sustraernos de esta realidad: hemos sido generados por el amor, marcados en nuestro fuero íntimo, en nuestros cromosomas por el amor. Y más aún, no estamos solos: el amor nos ha marcado: es un sello indeleble, una segunda piel.

El misterio de la encarnación no nos hace insensibles al dolor personal, familiar o social, pero nos dice que, ante cualquier situación, no estamos solos. Existe un Dios que padece a nuestro lado.

Sin más preámbulos, les dejo la historia.

“El que fue Superior General de la Compañía de Jesús, el español Pedro Arrupe, pasó más de un mes incomunicado en una prisión de Yamaguchi, Japón, en 1942, acusado de espionaje y otros mil falsos cargos. Sufrió un interrogatorio de treinta y seis horas seguidas…

El día de Navidad se sentía como si fuera Viernes Santo. Pero, de pronto, escuchó unas voces suaves y apagadas en el exterior de la ventana de su prisión. Mientras unas voces charlaban, para despistar a los guardias, otras cantaban un villancico que él mismo había enseñado a sus cristianos. Eran los suyos, quienes arrostrando el peligro a ser atrapados, habían venido a consolarle, a decirle que estaban con él. El Padre Arrupe no pudo contener las lágrimas.

Fueron unos breves minutos. Después, volvió el silencio. Pero el Príncipe de la Paz ya había llenado su corazón con gozo y paz increíbles. Más tarde, recordaba que había sido su Navidad más feliz. Había experimentado lo que significaba sentirse abandonado. Pero también aprendió la alegría que el amor puede llevar al que se encuentra abandonado”.

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