Pienso que ha sido uno de los ejercicios democráticos más interesantes de nuestra historia. La participación del pueblo se hizo sentir. La sociedad se involucró como nunca antes en algo tan trascendental para el destino de la patria. Me refiero a nuestra Constitución proclamada y publicada el 26 de enero de 2010.
Aunque fue modificada el año 2015, siendo la número 39, las reformas fueron mínimas y coyunturales. Sus más hermosos precedentes fueron las de los años 1858 y 1963, conocidas también como “Constitución de Moca” y “Constitución de Juan Bosch”, respectivamente. Este 6 de Noviembre se conmemora el aniversario de nuestra primera Carta Magna del año 1844.
Muchos estudiosos del constitucionalismo (europeos y latinoamericanos) afirman que la nuestra es de las más modernas del mundo. De acatarse, avanzaremos enormemente, nuestras instituciones se fortalecerán, al igual que nuestro Estado de derecho, el cual en varios aspectos está en pañales.
No creo prudente andar por las calles sin estar conscientes de nuestros derechos y deberes, abarcando los que corresponden a los representantes de los poderes del Estado. Cuando un estudiante de leyes o un abogado recién graduado me pide consejo sobre cuál diplomado o posgrado hacer, mi respuesta es inmediata: Derecho Constitucional. De igual modo, cuando alguien no vinculado a la toga y el birrete me pide un libro para leer, le contesto: La Constitución.
Consagra, como ejes centrales, los derechos fundamentales, entre los que están los civiles y políticos, los económicos y sociales, los culturales y deportivos, y los colectivos y de medio ambiente; allí se garantiza el cumplimiento de esos derechos, vinculados a todos los poderes públicos. Esos son los preceptos que debemos conocer y exigir que se cumplan. No basta con tener una buena Constitución, hay que comprenderla, valorarla y defenderla.
Es mi esperanza que está estupenda Constitución asuma vida entre nosotros y no se convierta en un cadáver más en nuestra fosa. Vamos todos a leerla con interés, que esté siempre a nuestro alcance, que mientras más la ciudadanía conoce su Ley de Leyes, más rápido progresará, será más libre y exigirá cada vez un mejor gobierno.
Y ojalá, como muchos tenemos en nuestra mesita de noche la Biblia, una novela de Gabriel García Márquez, poemas de Salomé Ureña, sagas de Harry Potter o incluso hasta material de autoayuda, por igual esté presente, no como lujo, sí como material de estudio, subrayada por doquier, la Constitución de la República Dominicana.
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