Afganistán y nuestras miradas

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Asistimos al ya anunciado retiro de las tropas estadounidenses apostadas en Afganistán. Miles de ciudadanos huyen de su país como pueden, mientras el movimiento ultraconservador Talibán somete ciudades. El miedo se ha apoderado de las calles. Muchos esperan que el Talibán continúe siendo tan represivo y opresor como en la época anterior, a finales del siglo pasado. Sobre todo, las mujeres.

Nosotros, caribeños y antillanos, estamos habituados a mirarnos cara a cara y a trabajar juntos, hombres y mujeres. Incluso, luchamos para que entre nosotros haya mayor conciencia de reciprocidad y dignidad común. Por eso, no comprendemos cómo a la mujer se la invisibiliza, como si fuera un objeto. Útil. Pero no reconocida, estimada, valorada, apoyada, amada. El Islam, religión de los talibanes, en realidad consagra la libertad de la mujer, dentro de parámetros diversos a los establecidos por el extremismo talibán. Ellos prometen dar libertad de acción a las mujeres “dentro de los límites de Sharía”, que no traduce “ley”, como algunos medios de comunicación afirman, sino como camino trazado por Dios para sus fieles.

Choca a nuestra sensibilidad ver tapada completamente a la mujer. Quizá el problema de fondo son las miradas. Me explico.

A los ojos del Talibán, la mujer es seductora tan solo por ser mujer. Y caer en tal seducción hace impuro al hombre, que consagra su vida al honor y honra del Altísimo. Así que, al tan solo verla, ya incurre en pecado, en impureza. Pero esta invisibilización de la mujer “en nombre de Dios”, en vez de tomar conciencia y ser responsables de las miradas hiper erotizadas de la cultura es el verdadero pecado. Atroz, en cuanto supone no solo la esclavitud sino la anulación y la alienación de la humanidad como tal.

¿Y nuestras miradas? El Maestro de Nazaret nos advierte: «Del corazón de las personas salen las malas intenciones: inmoralidades sexuales, robos, homicidios, adulterios, avaricias, maldades, engaños, libertinaje, envidia, blasfemia, arrogancia, insensatez. Todas estas cosas malas salen desde dentro y contaminan al hombre».

Hna. Verónica Y. De Sousa Rodríguez, fsp

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