y después de la anexión a España. (1861-1867)
Reynaldo R. Espinal • rr.espinal@ce.pucmm.edu.do
Ultima parte
Como ya se expresara anteriormente, por un Breve fechado el 19 de junio de 1866, ya en el gobierno del General José María Cabral, que asume la presidencia tras el derrocamiento de Báez, el padre Luis Nicolás José de Bouggenoms, fue designado Vicario Apostólico del Arzobispado de Santo Domingo. Había arribado a nuestro país el 25 de agosto del 1866.
Conforme reseña Don Vetilio Alfau Durán, Bouggenoms fue ordenado sacerdote en su tierra natal de Bélgica, en el año 1843. A poco de ser ordenado fue destinado a Inglaterra e Irlanda, a fines de fundar allí la primera misión de su Congregación, la Orden de los Redentoristas, labor pastoral en las cuales permaneció 16 años, dedicado especialmente a la digna tarea de la enseñanza. En 1859, como se indicara en anterior entrega, es destinado a la Antilla danesa de Saint Thomas.
Reseña el historiador eclesiástico Don Carlos Nouel, citado por Don Vetilio, que una de las misiones difíciles realizadas por Bouggenoms en Saint Thomas, fue la de conjurar un creciente cisma, que amenazaba con dividir la Iglesia en la jurisdicción puesta a su cargo, “cisma tanto más inveterado y tenaz cuanto que se hallaba fomentado por el mismo Gobierno danés”.
Al arribar al país, Bouggenoms presentó su nombramiento pontificio a Cabral, es decir, el Breve dado al respecto por el Papa Pio IX. A su arribo comenzaron a tomar cuerpo serias intrigas, alentadas por enemigos de la Iglesia entre las que no faltaron, a decir de estudiosos de nuestra historia eclesiástica, los miembros de la masonería.
Para la ocasión, el periódico oficial del gobierno dominicano, “El Monitor”, en su edición de fecha 4 de septiembre de 1866, refería lo siguiente:
“Habiéndose presentado el muy Rev. Luis Bouggenoms, solicitando el pase a las letras apostólicas, por las cuales S.S le nombra Vicario de esta Arquidiócesis, el Gobierno ha considerado de su deber no darle el pase correspondiente para no menoscabar el derecho de presentación que la asiste; sobre todo, cuando el muy Rev. Bouggenoms, en su calidad de extranjero, según las leyes vigentes, no le es permitido encargarse del Gobierno Eclesiástico de la Iglesia Dominicana. En este concepto se le significó la conveniencia de que delegara sus facultades espirituales en un sacerdote natural de la República Dominicana y de reconocidas virtudes, que le propusiera el Gobierno. En consecuencia, el muy Rev. Bouggenoms, antes de ausentarse del país, ha delegado en el Pbro. Juan de Jesús Ayala, cura de San Cristóbal”.
El Padre Bouggenoms propuso al gobierno de Cabral dirigirse a la Santa Sede, con el propósito de informar de lo ocurrido y de solicitar al Papa considerar la designación de un Vicario Apostólico de origen dominicano. Mientras se esperaba por la designación papal, él se encargaría de ejercer sus funciones sólo en el ámbito espiritual a través de un sacerdote local.
Mal asesorado, el gobierno de Cabral, en un acto de fuerza y soberbia, declinó acoger la valiosa y racional proposición formulada por el Vicario Bouggenoms, y antes, bien, creyendo, equivocadamente, que de esa forma mejor defendía mejor sus intereses, en fecha 3 de septiembre de 1866, le entregó su pasaporte, conminándole a abandonar el país.
Ante aquella afrenta, el Vicario Bouggenoms se dispuso con presteza a acatar la disposición del Gobierno dominicano, embarcando seis días después hacia Saint Thomas, en el vapor Pelayo. El día 4 había designado al Padre Ayala con carácter de Subdelegado para que asumiera el gobierno de la Iglesia dominicana de forma transitoria.
El Padre Ayala era ya septuagenario, por lo que, duró apenas días ejerciendo la responsabilidad encomendada. La misma, con la anuencia de Bouggenoms, la encomendó, a su vez, al entonces joven y dinámico sacerdote Francisco Xavier Billini.
A pesar de sus esfuerzos, en poco mejoraron las cosas en aquellos días en que se había roto la armonía entre el Gobierno y la Iglesia y la división campeaba tanto en el plano espiritual como civil. Esta dolorosa situación permaneció irresuelta hasta el año 1885, con la designación de Monseñor Fernando Arturo de Meriño.
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