Nuestro tiempo es difícil. Y no solo por el coronavirus. Tenemos cuatro guerras declaradas, una frágil tregua en Medio Oriente, diversos países en conflicto interno y cuatro grandes desplazamientos humanos. La industria armamentista sigue desarrollándose, con nuevas armas autónomas y cibernéticas, que dotan a los ejércitos de rapidez y precisión. La estela de sangre iniciada con el asesinato de Abel por su hermano, un fratricidio, continúa y se profundiza. Incluso la creación, en su evolución propia, pareciera combatirnos, y hay quienes aseguran que es así, por el daño ambiental que le hemos causado. Por eso, es bueno preguntarnos: ¿qué podemos hacer nosotros a favor de la paz?
Ante todo, creo necesario vivir sin ilusiones: la paz no es un simple estado que se nos da. Es el resultado de opciones personales y colectivas. Necesita de esfuerzo constante para superar las resistencias y crear situaciones que proporcionen una vida pacífica. Este esfuerzo necesita incluir:
- Una justa distribución de los bienes entre las personas y las naciones, así como armonía entre el desarrollo económico y el progreso social. Fijémonos en los desplazados de Venezuela y Centroamérica: huyen de sus países, porque las condiciones económicas y sociales son lacerantes.
Es necesario tener oportunidades para el desarrollo, y erradicar el hambre y la violencia en sus lugares de origen, para que toda la región pueda volver a la sana convivencia. Esto también sucede en casa: la gente huye de los ambientes que dejan de nutrirnos no solo física, sino, sobre todo, afectivamente. Cuida con amor a los que tienes a tu alrededor. Esa es una buena contribución a favor de la paz.
- Tanto las personas como las familias y los pueblos necesitan condiciones de auténtica libertad: “libertad de”, es decir, no ser oprimidos; y “libertad para”, es decir, oportunidades. Y esto no solo en el aspecto social. En casa, difícilmente estamos bien si existe alguien que pretenda controlar a todos. A veces, tenemos pequeños tiranos (o tiranas) en casa, que con una sola mirada ya organizan a los demás.
- Con frecuencia, ciertos políticos aprovechan las necesarias reivindicaciones, para manipular a los electores desde sus deseos frustrados. El resentimiento suele ser un arma política terrible y, por desgracia, muy utilizada en nuestros pueblos. Pero si en vez de cultivar resentimientos, impulsamos la cooperación y la libre circulación de las ideas, nuestros ambientes madurarían y se desarrollarían de forma armónica y pacífica. Esto permite ver el futuro con esperanza.
En los hogares y entre vecinos, el resentimiento es alimentado a través del chisme. Pero detrás de un chismoso no suele haber verdad absoluta sino a medias. Su objetivo es crear un ambiente voluble, manipulable. Para “pescar en río revuelto”. ¡Y hace tanto daño!
- La pobreza, la exclusión, el menosprecio de los humildes, tan arraigado en nuestras formas de relacionarnos, es un pecado que clama por justicia. Una justicia que no se basa en las leyes sino en el amor al prójimo y a la propia tierra, es caridad. A ella estamos llamados todos. Con ella, haremos de República Dominicana un paraíso en la tierra.
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