Recientemente el Instituto Nacional de Pastoral (INP), unido a las escuelas de Teología de la PUCMM y la Universidad Católica de Santo Domingo, promovieron un conversatorio con el padre Samuel Casilla, de la Diócesis de Baní, y moderado por el padre Francisco Jiménez (Cualo), Director del INP, sobre un tema que se ha vuelto muy presente en la vida de la Iglesia universal y auspiciado fuertemente por el Papa Francisco, que es la Sinodalidad.
Muchos se pusieron en sintonía con este evento vía zoom, el cual se desarrolló de forma muy interesante, y nos dijo de lo llamativo y a la vez importante que es este tema en el futuro de la Iglesia.
Analizando un poco lo bien expuesto por el padre Casilla, recordé dos textos bíblicos, uno del Antiguo y el otro del Nuevo Testamento, que nos pueden ayudar a concretar esto de la sinodalidad, pues el término en sí significa “caminar juntos”, “hacer camino juntos”, hay un desglose del mismo en documentos recientes de la Iglesia, como en el del Sínodo de la Amazonía, y el mismo Papa constantemente nos lo recuerda.
Los textos son los siguientes, Deuteronomio 26,17: “Has declarado hoy que el Señor es tu Dios y que andarás en sus caminos y guardarás sus estatutos, sus mandamientos y sus ordenanzas, y que escucharás su voz”.
Creo que el primer signo de la sinodalidad es que el camino de Dios es nuestro camino, no debe ser lo contrario, como ya lo expresa el profeta Isaías 55,8: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice el Señor”. Es decir: qué quiere Dios de nosotros, por dónde Él quiere que nos adentremos, es aquello de hacer su voluntad, no la nuestra, es poder entrar en conectividad existencial con su proyecto, el plan salvífico de la humanidad es buscar la manera de asemejarnos más a Él en la búsqueda de esa fraternidad universal y en esa conversión ecológica que nos lleve a ser más amigos del mundo creado y nos sus depredadores, es toda una conversión hacia Dios. Pues en un mundo donde hay tantas voces desorientadoras e interesadas, al igual que la nuestra, es hacer sintonía con la Palabra de Dios y colocar nuestros oídos en el dial que surge de él, como Dios y guía nuestro.
El otro texto, del nuevo Testamento, es el de Hechos de los Apóstoles 15,22-29 que es la famosa carta apostólica fruto de la Asamblea de Jerusalén, donde se dilucidó el primer problema serio de la Iglesia naciente, que fue el asunto de los judaizantes (intento de adentrar elementos puramente judíos en la fe naciente), donde en el versículo 28 y 29 se expone lo siguiente: “Porque pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponerles mayor carga que estas cosas esenciales: que se abstengan de cosas sacrificadas a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de fornicación. Si se guardan de tales cosas, harán bien”.
La sinodalidad, que es un caminar junto con Dios, también es un caminar junto con y como Iglesia, aquí no debe haber elementos de agendas particulares, sino la que nos dicta el Espíritu, el cual nos habla a través de los signos de los tiempos, y hoy se nos pide consenso ante unos problemas que como hijos de Dios y miembros de la Iglesia debemos de dar respuesta.
Es bueno aclarar que no se trata de uniformidad, como se quiso intentar en otros momentos de la vida de la Iglesia. Es caminar juntos, desde lo propio y carisma de cada uno, sin excluir a nadie, pues es el proyecto de Cristo, el proyecto del Reino, donde todos entran y tienen un lugar, y nadie debe de quedar fuera.
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