Aquellos difíciles inicios de la PUCMM

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Primera parte

Para un joven de cualquier lugar remoto del país formar­se profesionalmente, debía trasladarse a la capital, con todo lo que esto implicaba para una familia de escasos recursos en un país todavía entonces preponderamente rural.

¡Ningún comienzo suele ser fácil! Toda andadura inicial está trillada de tropiezos; de enormes desafíos; y por qué no decirlo, y en no pocas ocasiones, de sinsabores e incomprensiones.

De ahí la importancia, de cuando en vez, de recrear los orígenes; aquellos momentos fundacionales en la vida de las personas e instituciones. Sólo así es posible valorar y apreciar a plenitud el camino recorrido y los logros alcanzados.

La Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCAMAIMA), ejemplo de excelencia académica, en la que ha estado a la vanguardia por más de cinco décadas, fue anunciada mediante comunicado de la Conferencia del Episcopado Dominicano, firmado por los cinco obispos de entonces, Mons. Octavio A. Beras, Arzobispo Metro­politano de Santo Domingo,  Presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano, Mons. Hugo Eduardo Polan­co Brito, Obispo de la Dióce­sis de Santiago de Los Caba­lleros, Mons. Francisco Panal Ramírez, Obispo de la Dió­cesis de la Vega, Mons. Juan Félix Pepén, Obispo de la Diócesis de la Altagracia y Monseñor Tomás Francisco Reilly, Prelado de San Juan de la Maguana.

Tan alentador anuncio, fue hecho el día 9 de septiembre de 1962, en el marco de la inauguración del Seminario Menor San Pio X, de Licey.

El mismo rezaba del si­guiente modo:

“El Episcopado de la Re­pública Dominicana fiel a la tradición de la Iglesia Cató­lica en Santo Domingo, que se preocupó siempre por la cultura del pueblo desde los días lejanos del Descubri­miento, sentando las bases de la fe y de la ciencia por medio de diversos centros de la sabiduría y del saber en los que resplandecieron la gloriosa Universidad Pontificia de “Santo Tomás de Aquino” y la Universidad de Santiago de la Paz, que difundieron en los pueblos del Nuevo Mun­do el mensaje de Jesucristo y el progreso de los conoci­mientos humanos, aprovecha la jubilosa ocasión de la inauguración del Seminario Me­nor San Pio X, de Santiago de los Caballeros, para anunciar su decisión de crear en esta misma ciudad la UNIVERSIDAD CATÓLICA “MADRE Y MAESTRA” que abra al futuro un nuevo florecimiento de la cultura en la Repú­blica Dominicana, asociándose así a los fecundos trabajos intelectuales que realizan los diversos centros del saber que, con la Universidad Autónoma de Santo Domin­go, irradian luz y ciencia en el territorio de la patria”.

Para comprender la tras­cendencia de aquella determinación, nacida bajo el lide­razgo visionario de Monse­ñor Hugo Eduardo Polanco Brito, junto a sus compañeros obispos de entonces, preciso es comprender que en aque­llos momentos difíciles en que el país despertaba del re­zago propio de treinta y un año de dictadura férrea, sólo existía en el país la Univer­sidad Autónoma de Santo Domingo, moldeada como brazo ideológico del régimen, de cuya impronta pro­curaría sacudirse a través del movimiento renovador.

Para un joven de cualquier lugar remoto del país formar­se profesionalmente, debía trasladarse a la capital, con todo lo que esto implicaba para una familia de escasos recursos en un país todavía entonces preponderamente rural.

Un famoso editorial de aquellos días del periódico Listín Diario, dirigido a la sazón por el agudo periodista Don Rafael Herrera, celebraba aquel acontecimiento:

“La creación de esa Uni­versidad en la parte norte del país, constituía una verdadera necesidad para la mayor difu­sión de los estudios superiores en todo el territorio na­cional, en razón de ser el Cibao la región más densamente poblada de la Repú­blica y por tanto merecedora de poseer un centro docente de esa magnitud, donde pue­dan recibir enseñanza universitaria la gran cantidad de jóvenes que viven en dicha región”.

“Todos los buenos domi­nicanos, en la medida de sus respectivas posibilidades, deben prestar su ayuda para la pronta instalación de esa nueva casa de estudios que constituirá, indudablemente, un importante centro de educación científica  y espiritual para la juventud de nuestro país, el cual propiciará la creación, no tan sólo de profesionales verdaderamente capacitados en las diversas disciplinas académicas, sino de honestos ciudadanos, en cuyas conciencias florezcan los sentimientos cristianos que forman parte de nuestra identidad nacional”.

Continuará.