El año 2020, que quizás cuando se ha publicado el presente artículo ya se haya ido, y si no, despedirlo con el mensaje de la sabiduría, más que el lamentarnos. Porque desde el plano de lo que pudimos haber hecho o de lo que hemos perdido o lo que hemos sido tocado, no nos producirá la regresión de lo que se ha ido, sea lo material; la perdida de seres queridos; o el toque emocional interior.
Nos toca aprender y asimilar, porque de no hacerlo, tendremos como individuos o como naciones, que volver a repetir episodios que nos reten o que nos golpeen con la pared, porque simplemente, desde nuestra alma o conciencia, hemos podido mirarnos y observar al exterior, con qué debimos quedarnos.
Ya lo decía el Papa Francisco, el domingo previo a la celebración de la Navidad: “la pandemia ya no es tiempo de lamentar…”. Y aunque lo decía en el contexto de atacar el consumismo, es importante que podamos entender, cuáles mensajes nos ha dejado este proceso. ¿En qué medida hemos crecido? ¿En qué manera hemos podido adquirir y despertar desde el alma? Es necesario que de forma real, reflexionemos sobre lo que hemos atravesado y si hemos sido capaces de sobrellevarlo o cuál ha sido nuestra actitud.
Estoy convencido que solamente viendo los caminos claros un ser humano toma aprendizaje y fortaleza. Lamentablemente, la vida nos pone en frente pruebas que nos tambalean o nos hacen cuestionar, el trabajo nuestro no es buscar responsables o posibles culpas o culpables, sino qué hacemos con lo que recibimos y en qué medida lo transmitimos a los demás lo asimilado. Cada quien ha tenido que librar su batalla y sus consecuencias, depende asimismo, de cada uno, cómo lo hacemos de provecho en nuestro interior y nos reinventamos como seres humanos.
No podemos irnos de este mundo, sin haber logrado transformarnos y hacer los cambios, aun entendamos sean pequeños en comparación con el mundo, a nuestro alrededor.
De alguna manera, nuestra fortaleza interior debe ser mayor, así como nuestra capacidad de crecimiento. Que el año 2020, sea un gran maestro, más que un gran lamento.
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