La familia escuela de valores

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La experiencia de la pandemia del Covid-19 nos ha llevado a replantear el estilo de vida que traíamos, sumergidos en una sociedad que busca construirse a espaldas de los otros. Sin embargo, la pandemia no es una tragedia, ni mucho menos un castigo de Dios. No olvidemos que estamos afectados por peores pandemias. Nuestra sociedad padece el virus del individualismo, la indiferencia, el odio, la desigualdad, la violencia, el racismo, la corrupción, la cultura del descarte, el hambre, la miseria… Esta es una oportunidad para asumir los auténticos valores que dan sentido a la vida humana. Hay muchas maneras de clasificar los valores. Existe una larga lista de valores que se aprenden en familia y se transmiten de generación en generación. Hay valores que destacan por su importancia y necesidad para la sociedad. En este mes dedicado a la familia queremos re­saltar los valores fundamentales que se aprenden en la familia, porque es la primera escuela de valores.

Este tiempo de pandemia ha sido una ocasión propicia para recuperar el sentido de pertenencia a la familia, para sentirnos solidarios con las tareas de casa. Quizás algunos hacía tiempo no habían tenido oportunidad de ayudar en los oficios de casa, por las ocupaciones de trabajo o estudio. Papás, ésta es la oportunidad para imprimir en sus hijos el sentido de pertenencia a la propia familia y cultivar el valor de colaborar en las tareas domésticas. Este es un tiempo pedagógico: enseñen y motiven a sus hijos. Que aprendan a sentirse corresponsables en las tareas que redundan en el bienestar de la familia. Más tarde,  cuando sus hijos tengan que irse lejos, por motivos de estudio o trabajo, agradecerán lo que aprendieron en el hogar. No todo es negativo en este tiempo de pandemia.

Los valores familiares fortalecen los lazos de unión, res­peto y confianza entre todos los miembros de la familia. Cuidar uno del otro, respetar a las personas mayores, ser bondadosos y honestos, hace que las personas actúen como buenos ciudadanos en cada uno de los grupos sociales de los que forma parte. Por ejemplo, la escuela, el trabajo o el ambiente donde se vive son espacios donde se reflejan y po­nen en práctica los valores familiares, humanos, sociales, éticos, morales y ecológicos, que se aprenden en el hogar a través de las enseñanzas que los padres transmiten a los hijos y que a su vez fueron enseñados por sus abuelos, tíos y demás familiares. Son el conjunto de virtudes que posee una persona y determinan su comportamiento y relaciones con los demás. Abarcan todas las acciones que se conside­ran correctas. Cuando se ponen en práctica, se generan buenas acciones que repercuten de manera positiva en la sociedad.

 

La familia, “Iglesia doméstica” como la llamó el Concilio Vaticano II (LG, 11), es una comunidad de fe, esperanza y amor. Formada por los padres e hijos, abuelos, hermanos, tíos y primos. Es una comunidad donde se comparte, se ama, se trabaja, se crea esperanza, se vive la fe.

La familia comparte con Dios creador la obra de procrear los hijos. Jesús optó por vivir en medio de nosotros en una familia, allí se crió y aprendió a vivir los valores humanos y cristianos.

 

En la familia se vive la comunión de personas al igual que Dios Trino y se vive el amor porque por encima de todo se sabe perdonar y entregarse por el otro. Se comparten las penas y alegrías, las enfermedades, las carencias, el descanso, la convivencia diaria. Se comprenden las dificultades, limitaciones y esfuerzos. Se convive dialogando, participando de la eucaristía los domingos, en las comidas y saliendo juntos. Se aprende a orar en los momentos alegres y en los momentos difíciles. En este contexto se aprenden los valores éticos y morales que caracterizan el comportamiento y el compromiso del cristiano en la sociedad y lo mueven espontáneamente a hacer el bien.  Los valores buscan mantener el equilibrio de la buena conducta y el comportamiento de la persona para aprender a diferenciar lo bueno y lo malo, así como lo justo y lo injusto, la honestidad, la lealtad, la solidaridad, la empatía, la gratitud, la generosidad, la bondad, la equidad. Una vida virtuosa construye la libertad, la fortalece y la educa evitando que la persona se vuelva esclava de inclinaciones compulsivas, deshumanizantes y antisociales.

 

El Papa Francisco en la encíclica “Laudato Si” nos hace un llamado a todos para asumir  la responsabilidad del cuidado de “nuestra casa común”, la obra que el creador ha puesto en nuestras manos. De aquí se derivan una serie de valores ecológicos que como cristianos asumimos con responsabilidad: proteger y cuidar el buen estado del medio ambiente, garantizando su supervivencia para las generaciones venideras. Cada uno como individuo y como parte de un entorno social, deber asumir y dar cuenta de sus acciones contra la naturaleza. Que bueno que en familia se promueva la cultura del reciclaje, el consumo sensato y razonable de los bienes y servicios, el buen aprovechamiento de los recursos del planeta, cuidar los bosques, no contaminar el agua, el aire que todos respiramos, respetar a los demás y convivir en armonía con los demás en el entorno donde vivimos.

 

En familia aprendemos los valores patrios, aquellos que promueven el patriotismo, procuran el bien común, la libertad, la solidaridad, la colaboración, la igualdad, el trabajo bien hecho y con responsabilidad para construir una sociedad justa y en paz. Aprendemos el respeto a los símbolos patrios: el Himno nacional, la Bandera, el Escudo, el Árbol y el Ave nacional. La Patria representa lo que somos como pueblo y es el resultado de la lucha por la libertad y la determinación de los Padres de la Patria y de los grandes hombres y mujeres que forjaron lo que hoy es la República Dominicana.

 

La familia cristiana es misionera porque siente el deseo de transmitir el amor de Dios a otras personas. Es testimonio de vida con la palabra y el ejemplo. La misión de la familia comienza con el ser de la familia, con la comunión de las personas, el don de la vida, la educación de los hijos y se extiende por el apostolado a otras familias o por la influencia en la sociedad irradiando amor.

 

La sagrada Familia de Nazaret es el modelo en el que deben fundarse todos los hogares dominicanos. La estabilidad, la comprensión, el respeto y el diálogo dentro de nuestros hogares constituyen el principal mensaje de las familias cristianas en este mes dedicado a la familia. Que papá y mamá comprendan que, a pesar de las dificultades y problemas de la vida, lo único que salva es la armonía y la paz del hogar.

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