Ecología integral al estilo San Francisco de Asís

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Ecología integral al estilo San Francisco de Asís

El 4 de octubre celebra­mos a San Francisco de Asís. Ese día le recordamos, le veneramos e intentamos imitar su santidad.

Es mucho lo que tenemos que intentar imitar del santo de Asís. Pero en la línea de amor a la creación, su admi­ración por lo creado es lo que hizo que la comunidad de ecologistas pidiera al Papa San Juan Pablo II que lo nom­braran su patrono.

Francisco de Asís le da nombre a la Encíclica del Papa Francisco. Son las pala­bras de su boca en el Himno a las Creaturas, “Laudato si mi Signore”, “Alabado seas mi Señor”. Hoy estas palabras resuenan en nuestra doctrina social ecológica. Sorpren­di­dos cuando la escuchamos por primera vez hace 5 años, hoy se han “laudatosificado” muchos de nuestros procesos eclesiales y sobre todo lo que más busca esta encíclica mo­tivada en el santo de Asís, es que incida en nuestras accio­nes particulares y personales.

San Francisco de Asís y su promotor actual el Papa Bergoglio, nos conectan con lo perdido, el amor a la Creación.

Dios ha creado este mara­villoso mundo natural. Lo ha hecho en 5 días sin que el ser humano lo haya visto. El sex­to día crea al ser humano con elementos de esa creación: “eres polvo y al polvo volve­rás”. La majestuosidad de la creación y todas sus creaturas y elementos, no dependen del hombre.

El creador quiso que el ser humano la administrase y le ordena que la “siembre y cuide”. Dos verbos importantes que el Papa Francisco nos explica detalladamente en la Encíclica Laudato Si’.

Hemos fallado a ese man­dato, muchas veces hemos sembrado, hemos realizado desarrollo humano en base a los recursos naturales, pero no lo hemos cuidado. El otro extremo es solo cuidarlo, pero no “sembrarlo”. Dios ha puesto un orden original para nuestra sustentación, pero con un sentido sostenible, “de generación en genera­ción”. A eso el Papa le llama “Justicia Intergeneracional” en la Laudato Sí’.

Francisco de Asís nos ha enseñado una espiritualidad ecológica con su forma de vida sencilla y amante de la naturaleza. Tanto veía a Dios en ella, que se sentía una cria­tura más junto a las demás. Todas eran sus hermanas y hermanos y la tierra su hermana “madre tierra”.

En el no. 2 de Laudato Si’, El Pontífice nos alerta de lo que San Juan Pablo II llamó “Pecados Ecológicos”, cuando escribió: “Esta hermana clama por el daño que le pro­vocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón huma­no, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22).”

San Francisco de Asís se abajó tanto que vio todo a un mismo nivel y supo conectarse con las demás creaturas, desarrolló un respeto y hermandad, que nos muestra que todos somos creados por Dios y que no tenemos los seres humanos la potestad de dañar esa obra.

Hoy tenemos que volver la mirada al humilde, peque­ño pero enorme hombre san­to. Su maravilloso himno hace más de 800 años, ha traído respuesta y solución al día de hoy que hemos deteriorado nuestra “Casa Co­mún”. No solo ha inspirado al Papa que ha tomado su nombre, sino que nos ha mostrado el camino doctrinal, para de­fender la obra hecha por Dios y que nosotros estamos maltratando, deteriorando y que son los más pobres lo que más pagan la consecuencia de esos daños.

Estudiemos la encíclica social ecológica Laudato Si, para re-conectarnos con la creación herida por nuestra falta de amor a ella y retor­nemos al mandato original roto por el pecado del egoísmo. Hoy estamos llamados a escuchar cada vez más nuestra “conciencia ecológica” que nos reclama en pequeñas acciones como malgastar el agua, contaminar el aire, ge­nerar desechos sólidos y mal manejo de los plásticos dese­chables etc.

Convirtámonos de estos pecados y vivamos una verdadera conversión ecológica al estilo de nuestro Santo: “Recordemos el modelo de san Francisco de Asís, para proponer una sana relación con lo creado como una di­mensión de la conversión íntegra de la persona. Esto implica también reconocer los propios errores, pecados, vicios o negligencias, y arrepentirse de corazón, cambiar desde adentro.” (LS 218)

Quien suscribe es el Secretario Ejecutivo de la Comisión Nacional de Pastoral de Ecología y Medio Ambiente de la Conferencia del Episcopado Dominicano.

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