Ya han pasado más de dos mil años desde que Jesús en persona examinara a Pedro en el amor, le confirmara en su rol de líder frente a los demás Apóstoles y le pasara su cetro para conducir la Iglesia Universal. De hecho, mucho se ha escrito sobre el Primado de Pedro y sus sucesores, su contribución a la historia del mundo y de la Iglesia, acerca de los elementos esenciales que constituyen este ministerio, sobre su naturaleza y el papel del Papa como padre espiritual de más de 1313 millones de católicos en todo el mundo y su incremento de un 6% durante el 2019.
El nombre de Papa le viene dado al Sucesor de Pedro de la palabra griega papas que significa “padre” y quiere significar la autoridad espiritual que ejerce el Obispo de Roma frente a todos los bautizados y el mundo entero. Se empezó a utilizar muy rápidamente en la Iglesia, sin embargo, no sería sino hasta la primera mitad del siglo IV, durante el ministerio de Liberio, el Papa número 36 que gobernó la Iglesia desde el 17 de mayo del 352 hasta el 24 de septiembre del 366, cuando se entró en el lenguaje teológico.
El papado se funda sobre la misión particular que Cristo confió a Pedro dentro del Colegio de los Apóstoles y que es testificado por tres de los cuatro evangelistas: Mt 16,17-19; Lc 22,31-32; Jn 15,15-17; de tal manera que, todo obispo, una vez el Emperador Nerón martirizó a Pedro en Roma en el año 64, al asumir la misión de guiar la Diócesis de Roma, se constituye inmediatamente en Papa, por heredar automáticamente todas las prerrogativas que Cristo concedió a Pedro frente a sus compañeros Apóstoles y a la Iglesia toda. De hecho, desde el mismo primer siglo de la Era Cristiana, ya la Iglesia de Roma gozaba de una gran precedencia entre todas las demás comunidades fundadas por los Apóstoles y por las misiones de San Pablo, quien fuera muerto también en Roma durante la persecución de Nerón.
El Código del Derecho Canónico en su número 331, afirma: “El Obispo de la Iglesia Romana, en quien permanece la función que el Señor encomendó singularmente a Pedro, primero entre los Apóstoles, y que había de transmitirse a sus sucesores, es cabeza del Colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia Universal en la tierra; el cual, por tanto, tiene, en virtud de su función, potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente”.
A partir de esta definición, podemos comprender los principales títulos que damos al Papa: 1) Obispo de Roma: Como hemos indicado más arriba, la persona elevada como Obispo a la sede de Roma, se convierte en sucesor de Pedro y, por ende, en Papa, recayendo sobre sus hombros el peso del pastoreo Universal de la Iglesia; 2) Patriarca de Occidente: Roma se encuentra en el Occidente y a partir de la división entre Oriente y Occidente en el Siglo XI, este título, muy importante para promover el Ecumenismo, acentúa la fuerza pastoral que ejerce el Papa respecto a los habitantes católicos especialmente de Occidente, en relación a otros patriarcados; 3) Cabeza visible de la Iglesia: hace referencia a la persona que tiene la mayor responsabilidad frente al Cuerpo de la Iglesia diseminado por todo el mundo (Lumen Gentium, 18); 4) Sumo Pontífice: Pontífice es una palabra griega que significa textualmente (pons+facere) “Constructor de puente”; por lo tanto, se refiere a la función de mediación-puente entre Jesucristo y su Iglesia en la tierra y se introdujo en el lenguaje teológico a partir del Renacimiento con la influencia humanista; 5) Vicario de Cristo: Se empezó a utilizar en la Iglesia en relación a todos los obispos en el siglo XII, sin embargo, al pasar el tiempo quedó reservado al Papa, para indicar la plenitud de su poder en la tierra. El Concilio Vaticano II lo utilizó dos veces en referencia al Papa (Lumen Gentium, 18 y Optatam Totius, 9) y una vez en relación a todos los obispos (Lumen Gentium 27); 6) Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano: este título describe el poder temporal del que es revestido el Papa por ser el representante legítimo del Gobierno de la Santa Sede, con representación diplomática en más de 180 países.
Después de veintiún siglos de existencia, la historia misma del papado, el rol desempeñado por Papas en momentos críticos de la humanidad y la reflexión teológica, han contribuido a incrementar la conciencia de que la figura del Papa es un vínculo de unidad para toda la Iglesia y de colegialidad entre todos los Obispos, del cual el Papa es su cabeza.
Los grandes Papas que hemos tenido en estos tiempos modernos, nos han mostrado un papado vigoroso, decidido a tratar temas fundamentales de la fe y vida de los cristianos, temas de fronteras con visión de conjunto y, sobre todo, un lugar cimero como una figura mundial que sobrepasa los límites de la Iglesia Católica y se constituye en líder de la humanidad, a la cual acompaña, la guía y, desde Roma, la Ciudad Eterna y el Vaticano, centro del cristianismo, como su Pastor Universal, se muestra cada vez más con “olor a oveja”, a decir de nuestro querido Papa Francisco.
Por todo ello y mucho más, con ocasión de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, el 29 de junio es el Día del Papa y lo dedicamos a orar con él y por él, quien “preside la caridad de todas las Iglesias”, a decir de San Ignacio de Antioquía.
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