26 de enero Domingo de la Palabra de Dios

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Sucedió el 30 de septiembre pasado, el Papa Francisco, Papa de las sorpresas y de las cosas ansiadas y queridas en la Iglesia desde hace mucho tiempo, publica la Car­ta Apostólica, en for­ma de “Motu proprio”, es decir en for­ma de decreto o ley, hecha por iniciativa propia de la autoridad del Papa: Aperuit illes (les abrió), en la que instituye el Domingo de la Palabra de Dios.

Desde los días del Concilio Vaticano II se le ha dado un im­pulso grande a la Palabra, recuerda el Papa en el documento, pero tal parece que ha recibido muchas peticiones en cuanto a que se dedi­que un do­mingo íntegro a la Palabra contenida en las Sagradas Escritu­ras. La fecha indicada es el III do­mingo del tiempo ordinario, con el siguiente objetivo, dice el Papa: “Este Domingo de la Pala­bra de Dios se co­locará en un mo­mento oportuno de ese pe­riodo del año, en el que estamos invitados a fortalecer los lazos con los ju­díos y a re­zar por la unidad de los cristianos. No se trata de una mera co­inciden­cia temporal: celebrar el Domingo de la Palabra de Dios ex­presa un valor ecu­mé­nico, por­que la Sa­grada Escri­tura indica a los que se ponen en actitud de escucha el camino a seguir para llegar a una auténtica y sólida uni­dad”.

Cada año la Iglesia celebra la Semana de Oración por la Uni­dad de los Cristianos o se­mana ecuménica, en que se quiere re­cor­dar el llamado que tene­mos todos los que cree­mos en Dios a la unidad, pues resulta hasta escandaloso que los que creemos en el Dios que es uno y co­mu­nión, vivamos tan desunidos, llegando en algunos casos hasta el extremismo, de ahí la necesidad de ser conscientes de la búsqueda de unidad que debemos hacer todos y promover la comunión, sobre todo en el mun­do cristiano y en aquellos que compartimos los elementos comunes de la revelación de Dios contenido en las Sa­gra­das Escrituras.

Desde este marco quiere el Papa que se realice esta celebra­ción del Domingo de la Palabra y señala algunas pautas para su realización: “En cual­quier caso, será im­portante que en la celebración eucarística se entronice el texto sagrado, a fin de hacer evidente a la asamblea el valor normativo que tiene la Palabra de Dios. En este domingo, de ma­nera especial, será útil destacar su pro­clama­ción y adaptar la ho­milía para poner de relieve el servicio que se hace a la Pala­bra del Señor. En este do­mingo, los obispos podrán celebrar el rito del Lectorado o con­fiar un ministerio similar para recordar la importancia de la pro­clamación de la Pala­bra de Dios en la liturgia. En efecto, es fundamental que no falte ningún esfuerzo para que algunos fie­les se preparen con una formación adecuada a ser verdade­ros anuncia­dores de la Palabra, como su­cede de ma­nera ya habitual para los acó­litos o los ministros extraordina­rios de la Comunión. Asi­mis­mo, los párrocos po­drán encontrar el modo de entregar la Biblia, o uno de sus libros, a toda la asam­blea, para resaltar la importancia de se­guir en la vida diaria la lectura, la profundi­zación y la oración con la Sagrada Escri­tura, con una parti­cular consi­deración a la lectio divina´´.

En el resto del do­cumento el Papa des­taca la importancia de la Palabra de Dios para el pueblo de Israel, resalta el papel de la homilía y la importancia de su preparación para la celebración litúrgica, cita el texto de los dis­cípulos de Emaús (Lucas 24, 13-35), recuerda que sa­cra­mento y Biblia no se pueden separar. Men­ciona la segunda car­ta a Timoteo y la re­laciona con la Cons­ti­tución sobre la divina revelación del Vati­cano II, la “Dei Ver­bum”, de la cual des­taca los números 12 y 13 donde se hace sentir la necesidad de leer la Biblia en el Espíritu en que fue escrita y su participa­ción humana.

Termina el documento recordando el episodio de la transfi­guración de Jesús en relación a la transformación del creyente por la Palabra y mencionando a la Virgen María, por ser una bie­naventurada por el cumplimiento de la Palabra en ella.

Invitamos a toda la Iglesia dominicana a prepararse para esta celebración este do­min­go 26 de enero, III del tiempo ordinario. Podemos hacer lo que el Papa nos pide y también algo más.

 

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