Jesús nos revela el final de todo

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En ocasiones, Jesús y las primeras comunidades parecían predecir el futuro. Esta manera de hablar se llama “apocalíptica”. Apo­calipsis significa en griego, “revelación”. Así, el Evan­gelio de hoy, Lucas 21, 5-19 revela el fin del mundo usando expresiones em­pleadas por otros profetas: “se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epide­mias y hambre. Habrá también es­pantos y grandes signos en el cielo”.

Lo importante es el consejo de Jesús a sus discípulos, en medio de grandes ca­­taclismos: guar­den la serenidad.

Jesús nos revela el final de la historia para fortalecernos. Esos sistemas que parecen inmutables, se van a de­rrumbar. Del templo, “no quedará piedra sobre piedra”. Jesús nos alienta: aunque padezcan contradicciones hasta de sus fami­lia­res, Dios no los olvida. El profeta Malaquías lo anunció: a los justos, “los iluminará un sol de justicia”.

No les hagan caso a los falsos mesías, “porque mu­chos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: -Yo soy-, o bien: –El momento está cerca–; no vayan tras ellos”.

No se desesperen “el final no vendrá en seguida”.

Pronto “les echarán ma­no, los perseguirán, entre­gándolos a… la cárcel, y los harán comparecer ante re­yes y gobernadores, por causa mía. Así tendrán oca­sión de dar testimonio”.

Las palabras de Jesús no pretenden satisfacer nuestra curiosidad sobre el fin del mundo, sino fortalecernos para que demos testimonio valientemente en me­dio de un mundo que endiosa el placer, las riquezas, la co­rrupción, el poder militar, y el egoísmo irresponsable. Ser honesto en medio de una sociedad tramposa, es empezar a vivir el fin del mundo.

Se acaba el año. Nos llaman a dar un testimonio hu­milde y atrevido. Ya sabemos el final de todo. Jesús nos exhorta: “sean perseve­rantes y se salvarán”.

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